Parece que en esta ciudad estamos aquejados de una suerte de enfermedad rara: ansiedad patrimonial.

Quizás se trate de una necesidad morbosa por crear riqueza turística, ya que la otra aparenta estar mal repartida. Y como el patrimonio histórico propio no acaba de satisfacernos, ni de antojársenos relevante, nos dedicamos a inventarlo. Sin argumentos; basándonos solo en antojos de asociaciones desorientadas y aplaudidas por políticos carentes de iniciativas. Con una sensibilidad como la lija, propia de Las Vegas.

No acabamos de entender que Badajoz fue lo que fue y no podemos forzar la historia inventándola. Ahora no nos basta con malbaratar su indudable valor arqueológico -ya se sabe, la Arqueología es enemiga del progreso-, ahora dejamos hundirse las viviendas del Casco Antiguo para levantar engendros carentes de la mínima empatía con el medio urbano. Nos adocenamos a conciencia. Pero, eso sí, sobrerestauramos, con más empeño en parecer que en conservar. Resulta difícil hacer comprender que la protección de nuestra ciudad no pasa por maquillar sus monumentos hasta dejarlos irreconocibles, quitándoles su contenido y su carácter. A San Agustín me remito. En el fondo nos avergonzamos de ella y, por eso, pretendemos inventarnos su patrimonio para presumir de vanguardistas. Todo lo apostamos al turismo. De ahí la Plaza Alta; de ahí la ridícula campanita de la torre de la Atalaya; de ahí esa invención urbana de un callejón donde se pretende fingir un aire moruno, colocando una fuente en un rincón, para imitar, con harta falta de acierto, las de Fez, copiadas por todo Marruecos. Esas cobijadas por un arco de herradura y con fondo de azulejos recortados. Y todo para favorecer intereses privados.

No sé si es muy conocido que el turismo de la ciudad de Córdoba representa solo un 4 y pico % de su PIB, siendo poseedora de dos de los monumentos más importantes del mundo: la mezquita-catedral y la ruina de Medina Azahara. ¿Alguien se cree que Badajoz va a prosperar a base de convertirse en un decorado de película? No pretendo comparar, ni menospreciar. Aquí se ha perdido el Norte en materia de Patrimonio. Se hace por hacer, con soluciones sonrojantes. ¡Vamos listos! Sobran campanitas.