Si el cansinismo es un fenómeno de conducta que está creciendo de manera peligrosa, no les digo nada en Badajoz, donde los cansinos aguardan en cada esquina con el oscuro propósito de contarte algo de sus vidas o el ansia viva de hacerte partícipe de una idea, plan, genialidad o reto, del tipo que sea, que, obviamente, solo está a su alcance. El cansinismo es una filosofía universal, una religión cuya particularidad es que existe un solo dios por cada individuo que la sigue. El cansinismo es el refugio de pelmazos y egocéntricos, allá donde el cataplasma te reduce el ánimo, el cócora se hace con tus deseos, el inoportuno aparece sin remedio y el indigesto se parece a un bollo preñado de chorizo viejo. El cansino no deja de proponer chorradas, no consulta porque es omnisciente, sabe de todos y de todo te ilustra y le mosquea que te metas en la conversación no sea que le revientes el discurso o pueda parecer que sabes más que él. El cansino suele ser analfabeto, ignorante, atrevido, simulador, tóxico, traicionero, hipócrita y medio lelo o lelo entero porque en su infinita mediocridad y en su alarmante complejo de superioridad, entiende que no estás a su altura, que no ves más allá de lo que ven sus ojos, que tiene una capacidad única para revelar los problemas, para encontrar la solución, para distribuir nuestra felicidad y organizar nuestros ratos de ocio. No intuye que el resto de los mortales hemos decidió combatirlos dándoles la razón, ridiculizándolos cuando no están presentes e ir apartándolos, poco a poco, de nuestras vidas, algo que resulta enternecedor. Porque él sigue a lo suyo, postureando en las redes sociales, lanzando soflamas en la plaza pública, dejándose ver, intentando que aceptemos y sigamos la última ocurrencia y buscando el titular de su vida. Ha nacido el Badajoz cansino, una especie de competencia por ver quién hace más el imbécil, se queja más o presenta la idea más estúpida. Los cansinos se apilan en el Facebook y por las calles de barrios señeros, aunque el cansinismo se propaga sin remedio por el resto de los barrios y poblados de la ciudad. Lo único que podemos hacer contra el Badajoz cansino es unirnos a ellos, esperar que un apocalipsis zombi los devore o castigarlos sin internet. Aunque esto último podría ser realmente letal. Mejor intentar que lean un libro.