Si en el año pasado Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz prestó ayuda directa a 7.741 personas (14.778 beneficiadas en total), solo en los meses de marzo y abril de este ha atendido a 4.047 (10.294 beneficiadas), más de la mitad que en todo el 2019. Este dato refleja el brutal impacto de la crisis sanitaria en la economía, lo que ha obligado a que muchas familias tengan que acudir por primera vez a la oenegé de la Iglesia para poder subsistir. Así, de los usuarios atendidos durante los dos primeros meses de la pandemia, 744 (18,3%) eran nuevos y la previsión es que este número siga creciendo durante los próximos seis meses.

El director y el delegado diocesano de Cáritas, Jesús Pérez Mayo y Francisco Maya, respectivamente, comparecieron ayer para dar cuenta de la memoria del 2019, que ya dibujaba una situación «preocupante» por el incremento de un 18% de usuarios con respecto al año anterior y que ahora se agrava aún más por los efectos económicos y sociales del coronavirus. En este sentido, temen que las consecuencias de la crisis sean todavía mayores tras el verano y «lamentablemente» se prolonguen durante años.

Para hacer frente a las necesidades de quienes se queden en una situación más vulnerable, el arzobispo, Celso Morga, puso en marcha el Fondo Diocesano de Comunidad Fraterna, que gestionará Cáritas. A día de hoy, cuenta con 600.000 euros y se mantendrá abierto para quienes deseen colaborar (las aportaciones se pueden realizar a través de la cuenta de Ibercaja ES12 2085 4501 1403 3032 9827 o de Bizum con el código 38121). Este dinero se utilizará para proporcionar ayuda inmediata a las familias, pero también para poner en marcha acciones que eviten la exclusión de las personas e impulsen «la recuperación de sus propias vidas para que no tengan que acudir a Cáritas». A esto último, según avanzó Pérez Mayo, se destinarán la mitad de los fondos, a través de la ejecución de pequeños proyecto, la concesión de microcréditos y otras iniciativas que se vayan definiendo sobre la marcha en función de las necesidades.

La respuesta que se dé dependerá del perfil de los usuarios. En el 2019, el mayoritario volvió a tener rostro de mujer, de nacionalidad española (62,2%) y con entre 45 y 64 años (41,8%) y entre 25 y 44 años (37,9%). El 26% de las personas atendidas llevaba más de tres años recibiendo ayuda de la institución y el 55%, uno o dos. El resto, un 19%, acudieron por primera vez. Las ayudas en alimentación (47%) fueron de nuevo las más solicitadas, seguidas de los gastos para la vivienda, 22%.

La pandemia hará que haya que prestar asistencia a nuevos perfiles. Aún es pronto para tener datos pero, por la experiencia de las Cáritas parroquiales en estos últimos meses, muchos de los nuevos beneficiarios son familias que han tenido que cerrar sus negocios, se han quedado sin empleo o se han visto afectadas por ertes, con lo que se han quedado sin ingresos y han tenido que recurrir a la oenegé para cubrir necesidades básicas de alimentación, medicamentos, facturas de luz, agua o gas o alquiler de la vivienda.

El director y el delegado diocesano de Cáritas hicieron ayer un llamamiento a la colaboración de todos para «que nadie se quede atrás» en el proceso de reconstrucción tras la pandemia. En este sentido, Francisco Maya puso como ejemplo de coordinación «eficaz» de las instituciones el albergue temporal que se habilitó en el pabellón deportivo de Las Palmeras para las personas sin hogar e instó a seguir trabajando en esa línea «para la búsqueda del bien común y atender sobre todo a aquellos que se pueden quedar apartados». «La Iglesia durante este tiempo ha estado junto a los pobres, enfermos y ancianos a través de las Cáritas, dando respuesta inmediata y así va a continuar», aseguró.

El año pasado, Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz invirtió casi 289.000 euros y llevó a cabo 40 proyectos en favor de la infancia, las familias, las mujeres y los mayores a través de las 131 Cáritas Parroquiales de la diócesis, con el «incansable y generoso» trabajo de más de 1.450 voluntarios y el apoyo de 5.624 socios y donantes.