Recordaba un compañero los tiempos en los que celebrar el Carnaval en la calle estaba perseguido, cuando la prohibición incentivaba la rebeldía y siempre había grupos que no dudaban en ataviarse con imaginación y sorna para salir en pandilla a cantar y entonar sones de libertad y desorden, a escondidas de la ley y el orden. No creo que haya otra fiesta que dé tanta rienda suelta a la diversión y a la desinhibición como esta que Badajoz ha hecho suya y ha promocionado hasta conseguir diferenciarse.

Lo mejor que tiene este Carnaval es, sin duda, la implicación ciudadana. El Carnaval de Badajoz es su gente, por encima de programas institucionales, normas, reglas de concursos y organización pública. La participación popular es su principal característica y eso le permite una evolución constante. Si hubo un tiempo en el que la calle perdió protagonismo, en las últimas ediciones la fiesta callejera ha emergido con fuerza y en un fin de semana hay hueco y espacio para todas las edades. Pero cuando una fiesta moviliza a tanto personal, necesariamente requiere un orden que evite males imprevistos. De ahí que haya cuestiones que no se puedan dejar a la improvisación. Se dice que cuando se quiere que algo no funcione, nada mejor que constituir una comisión. Aunque puede que sea la única forma de tomar decisiones consensuadas en las que se midan pros y contras, se estudien alternativas y se adopten conclusiones meditadas. Así se evitará que una parte marque el ritmo unilateralmente con experimentos explosivos.

Un ejemplo es el carnavalódromo que ayer tuvo su primera edición y que por decisión de la Falcap, que representa a las comparsas pacenses, se llama Pasarela Don Carnal. La idea que sostiene esta nueva actividad es dar más vidilla al sábado de Carnaval, que según la Falcap tiene poca enjundia. Olvida que de unos años a esta parte el sábado diurno está copado por la fiesta que se celebra en el paseo de San Francisco y que sin duda es una de las convocatorias más populares del Carnaval de Badajoz, eminentemente familiar y pandillera, como si de una romería urbana de disfraces se tratase. La Falcap busca -está en su derecho- más protagonismo de las comparsas de Badajoz, pues en el desfile del domingo las foráneas las superan en número y compiten en igualdad de condiciones. Esta asociación no se encomendó a dios ni al diablo cuando anunció que este año sería una novedad el carnavalódromo en la plaza Alta, sin medir antes las consecuencias en materia de seguridad. También barajó como opción la plaza de toros, que no hay que olvidar que es privada. Se impuso el sentido común y los mismos promotores decidieron que mejor se celebraba en el entorno de Puerta Palmas, con un horario amplio, barras y gradas. Pero el ayuntamiento no tenía muy claro que esta avenida pudiese cortarse al tráfico buena parte del sábado. Así que hubo un nuevo cambio de planes y se anunció que se celebraría en el auditorio Ricardo Carapeto, sin sopesar tampoco sus inconvenientes, pues esta ubicación tampoco ha sido la definitiva. Como Juan Palomo, las comparsas de Badajoz se encerrarían en un lugar para disfrutarse entre ellas, en una fiesta endogámica, como ya hacen con la Tamborada en Ifeba, desde que el año pasado dejaron plantadas las Candelas de la Margen Derecha. No lo tenían claro, el ayuntamiento cedió y finalmente se optó por volver a Puerta Palmas. En el Carnaval de Badajoz hay pocos que improvisen su disfraz. Cuánto menos se debe improvisar un concurso popular, si de verdad se quiere que lo disfruten todos.