Que un año más una comparsa procedente de otra localidad gane el gran desfile del domingo del Carnaval de Badajoz, debería enorgullecer a los amantes de esta fiesta y a quienes quieren y buscan su engrandecimiento. Tanto empeño, imaginación, tiempo y dinero invierten los de fuera en ser los mejores que este afán con el que acuden a bailar, sonreir y mostrar su poderío no hace más que fortalecer cada edición.

De las 47 comparsas que desfilaron el domingo pasado desde el puente Nuevo hasta San Francisco, más de la mitad, 24, tienen su origen en otras localidades, si se incluyen las que vienen de las pedanías, que aunque administrativamente dependen del ayuntamiento de Badajoz, en la práctica sus integrantes se desenvuelven como los demás grupos, dado que son protagonistas en el Carnaval de su pueblo y tienen que trasladarse en autobús y mover toda su maquinaria si quieren hacerlo también en la capital pacense, aunque éste sea su ayuntamiento matriz. Las comparsas de fuera representan más de la mitad de los comparseros que desfilan, pues de las 5.000 participantes, suman 2.666, además de todos a los que arrastran, pues muchos vienen acompañados por sus familiares que los animan y jalean a lo largo de todo el recorrido. Algunos son los grupos más numerosos de cuantos intervienen, como es el caso de Los Lingotes, procedente de la vecina Talavera la Real, con 223 componentes; La Kochera, de Puebla de la Calzada, con 209 integrantes o Marabunta, de Valdelacalzada, con 162. Son los reyes en sus localidades de origen y aspiran a un trono bien merecido en la capital del Carnaval en la provincia.

No comparto que alguien pueda criticar que las comparsas foráneas se lleven buena parte de los premios que instituye el ayuntamiento, porque no ambientan las calles de Badajoz el resto de los días de Carnaval, como sí hacen las comparsas propias. Es verdad que se podría valorar con un premio propio a los grupos que más animan la fiesta en la calle, pero los criterios que se puntúan están establecidos en las bases del concurso en función del desfile del domingo y con esas normas participan los grupos foráneos, en igualdad de condiciones que los autóctonos.

Es cierto que Las Monjas, de Torremejía, viene acaparando en las últimas ediciones la medalla de oro. Creo que al jurado le costó decidir el reparto de los galardones, a juzgar por el tiempo que tardó en emitir su veredicto: casi cuatro horas desde que terminó el desfile. Pero nadie puede poner en duda la calidad que aportan estos grupos llegados de fuera al Carnaval de Badajoz y la gratitud debida por el esfuerzo añadido que tienen que realizar para estar aquí el domingo desde bien temprano y esperar hasta la medianoche para marcharse. Con qué alegría y alboroto aguardan en el paseo de San Francisco y todo el entorno la decisión del jurado y con qué buen ánimo y espíritu carnavalero recogen sus adornos y se marchan cantando coplillas de ánimo colectivo cuando cogen el autobús de vuelta a su lugar de origen.

Este año han participado comparsas procedentes de 18 localidades distintas. Algunas tan alejadas como Quintana de la Serena, Miajadas y Don Benito. De varios municipios viajan dos grupos, como ocurre con Talavera la Real (Atahualpa y Los Lingotes), La Garrovilla (Saqqora y Los de Siempre), Torremejía (Las Monjas y La Pava and Company), Olivenza (Tarakanova y Donde vais la liáis), Puebla de la Calzada (Vas como quieres y La Kochera) y Alange (Bakumba y Los Tukanes). Seguramente, el domingo de Carnaval, muchos de sus pueblos de procedencia se quedan vacíos, al menos de carnavaleros, porque acuden en masa a Badajoz. Pero nunca regresan de vacío.