TJtosé Miguel Santiago Castelo es a Badajoz y a Extremadura lo que el arte a la poesía o la palabra a la estética. Puede que la frase anterior haya resultado algo barroca pero, conociendo a la persona y al personaje, no es pretencioso ensalzar la figura de un hombre bueno y cabal que a su extraordinaria capacidad para componer versos y otros menesteres creativos y literarios, une su generosidad en lo personal y su compromiso como extremeño. Quiero decir con esto, ya sin adornos, que Castelo es buena gente, mejor poeta, un magnífico embajador de Extremadura y, por supuesto, un dinámico participante en todas aquellas convocatorias donde se cree útil su presencia. Le he visto recorrer Extremadura, participar en multitud de eventos culturales, promover puñados de iniciativas donde lo extremeño, lo periodístico o lo humano tuvieran el principal protagonismo. Y siempre se entrega como si fuera la primera vez. Con su permanente sonrisa, su voz sabia y su responsabilidad.

El panegírico no es gratuito. Castelo es un tipo noble, de pueblo, por lo de Granja de Torrehermosa, y de Madrid, por su actividad profesional. Su trayectoria, sencillamente envidiable: desde el ABC hasta la Academia de Extremadura, su verbo, su compostura, su talento para las relaciones públicas y, cómo no, sus inagotables habilidades para la tertulia, tenía que provocar una obra literaria entusiasta, fina y profunda y un servicio a la comunidad que no tiene precio.

Por Quilombo , su último libro, que, ciertamente, es un auténtico y extraordinario quilombo, pasa su vida, su obra, pasan sus amigos y sus recuerdos a través de sus versos tan bien trabajados y mejor argumentados. Por Quilombo , se le ha concedido el Premio Extremadura a la Creación, el más importante de las letras extremeñas, y se me antoja que nadie mejor que él para encarnar, ahora, el alma de la cultura en Extremadura.

Sin embargo, Castelo, el escritor, el periodista y el amigo, no puede disfrutar del todo con el premio. El reciente fallecimiento de su querida hermana, la también poetisa y escritora Lola Santiago , le tiene sumido en una profunda tristeza. La otra tarde, hablando con él, lo noté como nunca: apesadumbrado. El dolor de la muerte es inabarcable. Pero sus poemas en Quilombo demuestran que las palabras, los afectos y los recuerdos permanecen en el tiempo.