No sé si a otros les ocurre, pero a mí, la colocación de flores o cruces en lugares donde ha habido muertes por accidente de tráfico me produce congoja cuando me encuentro con ellas. Cuando el alcalde, Miguel Celdrán, conoció la medida adoptada por el alcalde en funciones, José Antonio Monago, de ordenar que se retirasen los ramos que hay colocados en distintos puntos del casco urbano, Celdrán asintió diciendo que "la ciudad no es un cementerio". Es cierto y no me parece bien que allí donde ha habido fallecidos se coloque un recordatorio, porque entonces habría puntos, los llamados "negros", que se llenarían de adornos fúnebres, cuando ya existe un lugar donde recordar a los que no están. Pero es verdad que al tratarse de un asunto tan sensible, había que actuar precisamente con sensibilidad y avisar previamente de que no se iba a consentir la colocación de flores en viales públicos. Y a los que ya estaban, dar un margen para que fuesen retirados. Como en todo, caben soluciones intermedias, y si hay familias que tienen especial interés en colocar flores para recordar a los suyos en el lugar donde los perdieron, se les podría permitir durante un tiempo, para no herirles.