Al comercio siempre le ha venido bien la libertad, y a los consumidores y a la economía también. Y eso permite generar empleo e incrementar la calidad de vida y de servicios de la mayoría. No obstante, la libertad siempre tiene enemigos y perjudicados pues afecta a intereses particulares y obliga a adaptarse al nuevo escenario. Es el proceso de destrucción creativa que, a pesar de la crisis actual, ha permitido alcanzar unos niveles de desarrollo y bienestar inimaginables. Quienes están en este juego suelen entrar en un círculo virtuoso del progreso, quienes lo impiden suelen entrar en un círculo vicioso de la pobreza. El desarrollo está unido a la innovación

Pero siempre existen interesados en impedir los cambios para proteger sus intereses, siempre justificándolo con la defensa de los intereses generales. Siempre dando por supuesto que los decisores públicos y los grupos de presión saben velar mejor por los intereses de los consumidores que ellos mismos. Los consumidores y los posibles nuevos agentes del comercio apenas tienen capacidad de expresarse más que con la realidad de asistir a comprar y con crear puestos de trabajo en el futuro, pero eso es imposible mostrarlo con anterioridad si se reprime. Por eso en las elecciones se incluyen promesas enfocadas a intereses particulares que motiven el voto, aunque perjudiquen el interés general o pongan en riesgo los puestos de trabajo por crear, como si con los creados tuviésemos suficientes. Solo se entiende en una promesa electoral la justificación para endurecer la prohibición de apertura dominical, queriendo pasar de los 46 hoy prohibidos a 52. En lugar de avanzar en promover la generación de actividad y trabajo se pretende restringir, como si nos sobrasen puestos de trabajo y visitantes.

En el informe para la prohibición se dice que el viajero que pernocta en Badajoz prefiere aprovechar su estancia para visitar Cáceres, Mérida, Olivenza y Trujillo. O que el turista viene a descansar, a visitar el patrimonio y a hacer una visita de paso por la ciudad. En fin que no tenemos que agobiar y distraer al turista con compras. Se podrían dar muchos argumentos para justificar el perjuicio de esta medida, pero me temo que la única justificación existente es política y lo demás es una mera escenificación. Ante una justificación ideológica para limitar el desarrollo del principal hecho urbano de la eurorregión pocas razones caben. Pero estoy seguro de que el tiempo impondrá las razones.