Esta semana se cumplen 23 años de la terrible riada ocurrida en Badajoz la noche del 5 al 6 de noviembre, que se llevó por delante 21 vidas y dejó sin vivienda a 1.200 familias. Los que sufrieron la tragedia nunca la olvidarán. Los que aún viven en las zonas que se inundaron, jamás podrán hacerlo.

Aunque quisieran, no podrían, porque las casas afectadas que aún subsisten se encargan de recordárselo. Un año más, como si fuese una letanía que se repite periódicamente, las asociaciones de vecinos de Cerro de Reyes y de Pardaleras urgen que se culminen los derribos pendientes, que se urbanice la zona y se dote de servicios, por el bien de estos barrios.

El presidente vecinal de Pardaleras, Juan José Martín Santos, calcula que entre la autopista y el puente del Rivillas pueden quedar una docena de casas en pie. «Europa sufrió una guerra en la que muchas ciudades quedaron devastadas, en 5 o 6 años estaban funcionando todas y que nosotros después de 23 años estemos como estamos, es increíble», es el razonamiento al que acude una vez más.

Martín Santos apunta que el espacio está previsto como zona verde y dotacional, por lo que se podría construir un polideportivo o una piscina de verano para los ciudadanos del entorno, que se quedaron sin estas instalaciones cuando clausuraron las de la calle Stadium. Aprovecha el presidente vecinal para lamentar que en Badajoz se han construido piscinas en otras zonas, la última se está edificando en la margen derecha del Guadiana, y sin embargo Pardaleras ni los barrios limítrofes tienen este servicio.

El presidente vecinal no entiende que aún haya casas afectadas por la riada de 1997. «No hay motivo ninguno para que esas viviendas estén en pie todavía», insiste. La causa sigue siendo que los propietarios no aceptan el precio que el ayuntamiento les ofrece. Por eso Martín Santos defiende que habría acudir a la expropiación forzosa y que se fijase el justiprecio «Vivimos en la ciudad de la dejadez», critica.

También se lamenta el presidente de la Asociación de Vecinos de Cerro de Reyes, Miguel García Flores, que siempre ha vivido en este barrio. Apunta que en «la parte vieja» aún quedan casas que el ayuntamiento ya ha comprado a sus dueños pero aún no ha derribado, donde se encuentra el centro de mayores. Calcula que quedan 8 viviendas, algunas de las cuales ya son de propiedad municipal. Esta asociación urge el derribo y que este espacio se transforme en un lugar de recreo, con zonas verdes, juegos infantiles y pistas deportivas, pues son el escaparate desde la carretera de Sevilla y de Madrid.

Lo que ocurrió no se olvida. Martín Santos vivía entonces «a veinte metros del Rivillas, salí a la calle y me encontré con el panorama». Conserva intacta la imagen, pero defiende que «después de 23 años no deberían quedar vestigios de lo que sucedió». «La riada pasó y queremos volver a la normalidad», añade García Flores.

"¿Qué hago con 40.000 euros, dónde me voy?"

Francisco tiene 65 años y desde 1988 vive con su familia en la casa de Pardaleras donde el agua alcanzó casi 1,80 metros la noche de la riada. Su vivienda se encuentra en la calle Prudencio Conde Rivallo, número 6, una ubicación que la sitúa en la zona de exclusión por lo que, en teoría, tendría que haberla abandonado. Solo en teoría, porque no está dispuesto a hacerlo por el precio que le ofreció el Ayuntamiento de Badajoz: 40.000 euros por una construcción de una planta de 189 metros cuadrados.

Para Francisco y su familias es su hogar y se afanan en matenerlo en condiciones, pero con ese dinero no podrían comprarse otra casa. «¿Qué hago yo con 40.000 euros, dónde voy con eso?», se pregunta. Su respuesta a la oferta de compra fue: «A mí no me ha dado ningún gobierno nada, ni los socialistas, ni la derecha, ni ninguno, lo que tengo es mío y de mi mujer por nuestro trabajo». Francisco tiene claro que no se va a marchar «porque estoy muy a gusto en mi casa, si fuese una cosa forzosa pues ya buscaríamos la alternativa, pero mientras tanto, aquí se vive muy bien». No solo él, también sus vecinos. Él no comparte que su casa tenga que ser derribada si no la entrega voluntariamente ni está en ruinas. «Por qué y para qué?», insiste, ya que además hay espacios que se inundaron donde se ha vuelto a construir e incluso chalets de la carretera de Sevilla que se han mantenido en pie. Este propietario no comprende cómo se hizo la delimitación de la zona de exclusión y el empeño de convertirla en un espacio verde que después no se va a cuidar, «porque Badajoz está hecho una pena».