La única solución para no pasar de cincuenta es ir a cuarenta, de lo contrario me veo obligada a frenar, y si opto por poner una marcha más corta fuerzo el motor. En estos días previos a la puesta en funcionamiento de los radares, he realizado pruebas para no pasarme de los límites de velocidad. Es difícil no pasarse. Al mínimo descuido el marcador se ha desplazado hacia arriba, no mucho, pero lo suficiente para que te multen con cien euros. Eso es lo que les pasó ayer a bastantes conductores. Me parece que los márgenes de error son cortos. Si te pasas en cuatro kilómetros donde el límite es a treinta, ya tienes la multa. Me resulta excesivo. Al final, un instrumento presentado como fórmula para reducir la inseguridad vial, se va a convertir en un nuevo sistema de recaudación. Vamos a caer como chinches. Y luego está la cuestión de la movilidad de los radares. Supongo que son móviles porque tenerlos fijos obliga a comprar más con el consiguiente gasto, pero el no tenerlos fijos fuerza a distraer policías de otras cuestiones para dedicarlos a esta tarea. Seis agentes contaba una compañera que estaban en el punto del puente Real. Dos con el radar y cuatro más adelante parando a los coches. No está tan sobrado de efectivos el cuerpo de la policía local como para esto. Los llamas para una emergencia y tardan en acudir, o no acuden. No es que no quieran, es que no pueden. Hace ya tiempo que se viene insistiendo en la necesidad de que se incremente su número. No sé si hacen falta cien como decía un sindicato, pero que se necesitan más agentes para una ciudad en crecimiento, es indudable. Me pregunto de qué tareas se detraen los efectivos para atender los radares, qué es lo que quedará sin vigilancia, qué llamadas no serán atendidas.

Propongo incrementar los márgenes de error, bajar la cuantía de la multa en los tramos de velocidad baja, ir adquiriendo radares fijos y, aumentar el número de policías locales en la ciudad.