El asunto del cierre de la alcazaba es recurrente. Reaparece de vez en cuando. Llevamos tanto tiempo hablando de eso, que las formas de enfocarlo han cambiado por completo.

Hace sólo unos años, no demasiados, el monumento interesaba a muy poca gente y nadie se preocupaba de si era un sitio seguro, de si estaba limpio. La gente se limitaba a no subir. Tenía mala fama y eso era argumento bastante, por mucho que los interesados en el sitio clamásemos contra esos injustos adjetivos aplicados al ya por entonces parque.

Tuvo épocas, es verdad, terribles. Por la situación que reflejaban. Recuerdo un hoyo ante el museo Arqueológico, no mucho antes de su inauguración, lleno de jeringuillas usadas --decenas--, todavía con sangre fresca. Por eso yo pensaba que el recinto debía cerrase por la noche. De hecho, cuando se llevó a cabo la primera restauración del monumento en muchos años y se cubrió con un arco la puerta de los Carros, se le puso una reja plegable. Allí sigue, nunca se usó.

En realidad, nadie se atrevió a candar. Algunos empleaban un argumento contrario para evitar, precisamente, que el hecho de clausurarse convirtiera la fortaleza en un refugio más cómodo para ciudadanos marginados. Por aquella época sólo el citado museo y la grúa municipal, ocupante del ya vacío hospital Militar, se hallaban en servicio allí. La presencia de la policía local en este último edificio era un argumento negativo. Debía disuadir a los hipotéticos delincuentes. En realidad no servía para nada, porque los pocos agentes que prestaban servicio no se movían, o casi, de su despacho. Sólo, decían, era disuasorio --no sé muy bien de qué-- el movimiento de coches policiales. Lo cierto es que, aún admitiendo la existencia de argumentos contrarios, nunca tuve en la alcazaba el mínimo mal encuentro, ni de día ni de noche. Y no creo que haya muchos ciudadanos en Badajoz que puedan ostentar el currículo de estancias, en tiempo real, de permanencia en el monumento que yo tengo, después de una treintena y media larga de años. Las medidas se pensaban de un modo más radical. Ahora el panorama es muy otro.