"Papá, pásame la maza", indicaba un pequeño a su padre mientras éste hacía girar un plato sobre un palo, intentando esquivar a una madre que enseñaba a su hija a mover el hula-hop. El escenario del teatro López de Ayala se transformó ayer en una improvisada pista de circo, tomada por decenas de niños que junto a sus padres practicaron con diferentes juegos circenses.

Niños y mayores de todas las edades tuvieron a su disposición durante dos horas zancos de mano y de pie, hula-hops gigantes, rodillos de equilibrios, monociclos, diábolos, mazas, platos chinos y palos del infierno, entre otros artilugios que probaron por primera vez.

Esta actividad, llamada La gran parada , es un taller de circo de la compañía catalana Tot Circ, que abrió ayer el programa Teatro en Familia , que organiza Caja Extremadura, que incluye siete actividades teatrales hasta junio y que continuará hoy a las doce de la mañana con la obra Grim, Grim o Lobo Nieves y los Siete Cerditos , de La Pera Limonera.

El taller circense, que se había previsto inicialmente en la plaza de San Atón, tuvo que trasladarse al teatro López de Ayala, a causa de la lluvia.

Tot Circ se dedica a espectáculos de circo, "y este taller lo llevamos haciendo desde hace diez años y es como si fuera el primer día porque funciona muy bien, vamos a muchas ciudades y colegios, porque es muy participativo y gusta mucho. El problema es que al final son muchos los padres a los que les gusta y dicen: niño aparta que estoy yo", bromeaba Miquel Montiel, de la compañía.

La filosofía del taller es que "los padres y los abuelos ayuden a los niños y pasen un rato juntos, colaborando. Pueden probar todas las cosas y ayudarse entre ellos", según Montiel, quien reconoció que la intención "no es que aprendan todo en dos horas, sino que tengan un primer contacto con las cosas del circo. Les ayudamos con monitores, pero no queremos agobiarlos".

El cable de equilibrio era una de las cosas más demandas por los niños, mientras que los padres preferían los malabares y las madres los hula-hops. También había alguna abuela, como Mercedes Ramos, que enseñaba a su niega Sara, de 7 años, a lanzar el diábolo. "Hemos practicado con el diábolo, a mí me resulta familiar, pero lo que más le cuesta son los zancos, y a mí me da mucho miedo, porque se puede caer".

Uno de los atrevidos era Richi, de 13 años, que se empeñó en dominar el monociclo, "ya he conseguido dar cuatro pedaleos sin caerme, de aquí a una hora habré conseguido no caerme", decía emocionado y divertido.