Un muro colgado de hormigón que da la vuelta completa al patio que separa el auditorio del resto del edificio es quizá uno de los elementos más singulares del palacio de congresos, que esta noche estrena la ciudad, y en cuya construcción no se han escatimado detalles, ni en sus materiales ni en elementos decorativos. En mayo del 2001 se realizaban las pruebas arqueológicas en el solar pegado al baluarte de San Roque, en el lugar que había ocupado la antigua plaza de toros. Cinco años después, Badajoz tiene su palacio. Ayer se daban los últimos retoques para mostrarlo hoy.

En el interior, el naranja y el azul son los colores predominantes, además del gris del hormigón en bruto. Naranja es el suelo de linóleo de buena parte de las instalaciones, las sillas de la cafetería y otro mobiliario, así como los asientos del vestidor, que forman parte del relieve de este espacio, donde se ha reservado una estancia como tienda. También destaca el azul en distintas tonalidades de los asientos del auditorio, procedentes de Italia, y el negro del gran escenario. Rojo intenso son algunos techos de los accesos, en contraste con los blancos de los pasamanos.

El edificio se articula con dos construcciones separadas entre sí por un espacio abierto con árboles. La luz entra a borbotones. El central es el auditorio, con una claraboya central que ilumina el techo movible colgado de metacrilato. A él dan a parar los camerinos; se han preparado 25. El otro es el anillo que bordea el central, donde hay salas de exposiciones, la cafetería y sala de usos múltiples con un escenario central. Hay múltiples ascensores que llevan hasta la terraza, donde están las troneras del baluarte, un espacio abierto que sorprende, porque se ha sembrado de mullido césped.