Cáritas ha mandado un escrito con 150 firmas de los vecinos de la barriada de Los Colorines al Ayuntamiento de Badajoz y a la Consejería de Educación, para denunciar la situación en que se encuentra el antiguo edificio del colegio de El Progreso, ahora abandonado y que se ha convertido en refugio de drogadictos y espacio de peligroso divertimento para los niños de la zona, que no conocen el riesgo.

Eugenio Sánchez, sacerdote de los misioneros oblatos, con sede en El Gurugú, ha relatado a EL PERIODICO que lo que quieren los vecinos es que se derribe el edificio y se limpie el lugar. De momento, no han recibido respuesta.

El inmueble que antes albergaba el colegio ha sido desmantelado; "se lo han llevado todo, cables, conducciones de agua, ventanas, radiadores, persianas, todo, sólo queda la estructura", explica el sacerdote, quien apunta que los destrozos han sido cometidos por gente del propio barrio. Eugenio Sánchez afirma que "si sigue en pie, algún día tendremos que lamentar una desgracia. Esperemos que no haya ninguna para tener que tirarlo".

La presencia de este edificio vacío es uno de los problemas más acuciantes en estos momentos de la barriada. El colegio fue abandonado a raíz del traslado de los alumnos de ese centro al colegio Santa Engracia, donde actualmente conviven los dos colegios en el mismo edificio. El antiguo colegio fue destrozado. "Los niños se meten por todos lados, se suben a las terrazas y puede pasar cualquier accidente", cuenta Eugenio Sánchez. Añade que además se meten toxicómanos a fumar y tomar drogas a la vista de niños y mayores, "y ahora queman coches y se está convirtiendo en un punto muy conflictivo y negativo del barrio, pues sirve para aumentar el mal ambiente de degradación de la zona".

URGENCIAS

Según Eugenio Sánchez, las necesidades más urgentes en Los Colorines son ordenar la convivencia y las relaciones, mejorar el entorno del barrio, solucionar el problema de ocupación ilegal de viviendas, por los muchos problemas que causa de convivencia en el barrio, y origina que haya muchos vecinos que quieran irse; así como el desempleo, sobre todo de jóvenes; se da la circunstancia de que muchos han fracasado escolarmente y no tienen ninguna ocupación.

También existe "un problema muy serio", según el sacerdote, de vigilancia nocturna. Eugenio Sánchez relata que hay una pandilla que se dedica a robar coches, se pasa la noche haciendo rallys por el barrio y luego destrozan los vehículos por allí. "No hay quien duerma hasta las tantas de la mañana y no aparece nadie, no hay vigilancia ninguna", afirma.

Un poco más allá de Los Colorines, en las Cuestas de Orinaza, quedan 30 familias en otras tantas viviendas prefabricadas, que se instalaron con el planteamiento de hacer un trabajo de normalización, antes de ser realojadas en otras zonas de la ciudad.

Eugenio Sánchez manifiesta que ese grupo es ahora mucho más tranquilo y que el núcleo conflictivo se ha trasladado a la Luneta y a Los Colorines. En esta última barriada viven unas 500 familias, la mayoría de las cuales son familias normales, que sufren la situación de exclusión del barrio y de abandono, tanto desde dentro como desde las instituciones, según Eugenio Sánchez.

Sobre la posibilidad de que desaparezcan Los Colorines y que las familias que aquí viven sean realojadas, Eugenio Sánchez reitera que hay que hacer un trabajo social previo con el objetivo de que esta gente se quede en este lugar. "Cambiar de sitio sin más no sirve de nada, sólo trasladar el problema, aparte de lo que afecta a las personas un realojo", afirma. En su opinión, el ayuntamiento tendría que hacer un trabajo de integración social muy en profundidad tocando todos los aspectos. Por ejemplo, ahora, las familias viven en bloques y no hay comunidades de vecinos; habría que hacerlas, que la gente se haga responsable de lo colectivo; afrontar los asuntos laborales y también los educativos. "Siempre sería más barato que trasladar un barrio de un lado para otro".