Algunas semanas, cumplir con la obligación de esta columna pesa como una losa. En Badajoz se producen muchos sucesos, pero sólo una parte mínima merece una opinión prolija. Aunque, es cierto que abundan las tormentas. A veces, por asuntos intrascendentes. Entre los criterios no faltan los disparates. Eso sí, todos son respetables. Pongamos por caso lo del Hospital Militar. Un espléndido edificio en busca de destino. Ha debido consumir más horas de debate y más tinta de periódico que cualquier otro problema local. El inmueble dejó de cumplir su misión primitiva y su propietaria, la Diputación Provincial, comenzó a buscar una salida para su uso. Porque mantenerlo es caro y vacío se deteriora. El Ministerio de Turismo se interesó. Las conversaciones se dilataron tanto que la conclusión sólo le resolvía el problema a la propiedad. El Badajoz de hace sólo unos años apenas tenía plazas hoteleras y el de ese momento ya no las precisaba con tanta urgencia. Todo se fue al garete. Hubo una devolución, por falta de medios y, seguro, de interés. Otra vez a empezar.

Ahí se desencadenó la tormenta. Barra libre de opiniones. Que si un geriátrico, que si un centro cultural, que si un museo de la Ciencia. Difícil enumerarlas todas. Se ha llegado a utilizar como instrumento de negociación política. Algo cierto: sigue costando mantenerlo. Hospital no volverá a ser. La Junta, supuesta pagana en hipótesis, no está por la labor. Hubo un pronunciamiento a medias y la propiedad afirmó que sus técnicos están elaborando un proyecto para convertirlo en mercado de abastos, con una parte dedicada a productos regionales de calidad. No puede negarse lo original de la idea. Al Ayuntamiento, que es muy dialogante con los asuntos ajenos y desconoce lo que es negociar con los propios, no le ha gustado la propuesta. ¿A quién le ha parecido mal? ¿A la minoría gobernante o a una fracción sustentante? Lo ignoro. Quizás a ambos -la política hace extraños compañeros de cama-. No veo tan claro lo del mercado de abastos. Lo de la tienda de especialidades -odio la palabra "gourmet"- no es un disparate. Badajoz busca turistas, como los alquimistas la Piedra Filosofal, y no hace mucho por vender sus estupendos productos. No se ayuda en eso a los forasteros, habiendo oferta sobrada. La Diputación se ahorraría gastos y a mí, por lo pronto, me ha resuelto la columna. Menos mal.