Algunos no nos quieren, ni quieren un comedor social cerca porque dicen que los pobres huelen, pero los pobres se lavan; en cambio, hay otros que huelen peor por su falta de caridad y esos no se pueden lavar". Con estas palabras expresaba Petri González, presidenta de las Voluntarias de San Vicente Paúl, que gestionan el comedor que se encuentra en el número 9 de la calle José Lanot, en la plaza de San Agustín, la situación de dificultad en que se encuentra la institución para atender la creciente demanda de personas que acuden a ellas, por causa de la crisis y el paro.

Las voluntarias hacen un llamamiento urgente a la sociedad pacense, tanto a las instituciones como a los particulares, para que les cedan en uso, o bien con un alquiler muy bajo, un local suficientemente amplio en el que atender a los más necesitados, labor en la que acompañan al comedor de Martín Cansado, aunque éste lo llevan directamente las hermanas de la Caridad. La casa que ocupan en la actualidad carece de espacio para una cámara frigorífica, almacén, comedor y prestar un servicio como es debido.

El colectivo ha visto algunos locales que serían adecuados a sus necesidades, pero no quieren publicitarlos para que no suban los precios de alquiler, si bien sí aclaran que "no podemos salir del Casco Antiguo, tenemos que mantenernos, no nos podemos ir a la estación u otros sitios porque tenemos voluntarios muy mayores, y porque aquí está la población a la que abastecemos".

Se han dirigido "a todos los sitios, y nos atienden, pero cuando llega la hora de la verdad, estamos donde estábamos", añade González, que ha visto cómo muchas personas rechazan que se instale un comedor social en sus inmediaciones. "A nosotros lo mismo nos da que nos lo den en metálico, porque todo está legalizado, o que nos ayuden cediendo un local sin que la renta sea cara porque no le podemos hacer frente; si es sin contraprestación, mejor, o al menos que sea un renta bajita", añade.

El llamamiento es "a Badajoz entero, a instituciones y personas, que se acuerden del comedor que está olvidado y es el gran desconocido, cuando es el más antiguo de la ciudad, el que estaba a las traseras del antiguo hospital provincial y que atendía sor Julia". Según explica la presidenta de las voluntarias, la institución funciona desde hace cerca de un siglo, y "hoy es más necesaria que nunca porque la demanda ha crecido mucho con la crisis y el paro; antes era casi un comedor familiar, pero hoy hay muchas personas que han perdido el trabajo y tienen una familia, y se ven necesitadas de acudir a nosotras".

Forman el colectivo 22 voluntarias de entre 45 y 86 años "que dan lo mejor de su vida y siguen trabajando para atender a los más necesitados", cuenta Pilar González. Y añade que hoy "no podemos atender a más de 30 personas porque no hay espacio, ni siquiera para almacén de alimentos, y los tenemos que derivar al comedor de las monjas".

El comedor funciona a mediodía, cuando se da comida caliente a los usuarios, además de bocadillos para la cena, con leche o fruta, "y bolsas especiales si tienen niños pequeños cuando cierran los comedores escolares, porque hay gente que lo pasa verdaderamente mal; se les da para que lo lleven a casa". También ofrecen servicio de ropero. Los productos que utilizan los reciben del Banco de Alimentos y de donaciones de particulares.

Además, atiende el colectivo las necesidades que le llegan de la parroquia de Santo Domingo, "y si hay una necesidad de pobre vergonzante". Preguntada sobre qué es un pobre vergonzante, Pilar González explica que "son personas que han tenido una situación buena y por circunstancias de la vida se ven obligados a pedir para comer, por eso son vergonzantes, de siempre".