Esta semana el Consejo de Comercio de Extremadura aprobó una ampliación del horario comercial para el año que viene en Badajoz, Cáceres y Mérida. En estas ciudades los comercios podrán abrir hasta 16 festivos. Seis más que ahora y seis más que en el resto de localidades extremeñas.

La decisión es salomónica: ni pa ti ni pa mí, como diríamos en Extremadura, y se cumple con ella el compromiso que los representantes políticos de la región adquirieron con el pequeño comercio ante las pretensiones de las grandes superficies comerciales. Con la apertura de El Faro en Badajoz, las grandes superficies se vieron reforzadas para pedir la liberación total del comercio, como así sucede ya en muchas comunidades autónomas. Sin embargo, el gobierno regional --aconsejado por los alcaldes de las ciudades donde el pequeño comercio tiene mayor presencia, sobre todo Badajoz-- decidió, de manera acertada, que esa liberalización se haría de forma escalonada para darle tiempo al comerciante tradicional a adaptarse a las nuevas circunstancias del consumo.

Es evidente que la apertura de todos los festivos del año no beneficia al llamado comercio de proximidad. No puede competir ni en precios, ni en salarios, ni en costes con las grandes empresas. Pero también es cierto que los hábitos de los consumidores están cambiando. La incorporación de la mujer al mundo laboral hace que el consumo se reserve más para los días festivos. Incluso las nuevas tecnologías cada vez más al alcance de todos posibilitan poder comprar por internet a cualquier día y a cualquier hora. El pequeño comercio tiene que adaptarse a esta nueva realidad, aunque le toque hacerlo en el peor momento económico.

El consenso que está existiendo en un tema tan complejo como éste es síntoma de éxito para el sector, pero aún lo sería más que se reactivara el consumo. El INE detectó en septiembre una subida del consumo minorista después de tres años de caída. Ojalá continúe la tendencia.