He dejado de seguir a un amigo de Facebook no por lo que ha escrito -totalmente en contra de la decisión que ha tomado el PSOE para abstenerse en la investidura de Rajoy- sino por lo que he podido leer en su muro y que han escrito sus amigos. Entré en sus perfiles, gente joven la mayoría y, salvo que sean falsos, parecían tipos normales. Sin embargo, lo que leí de ellos en el muro de mi amigo destilaba rencor, guerracivilismo y total desprecio por la democracia. Incluso, alguno de ellos, hablaba del 36 y de las armas. Hay una juventud en este país que es así. El otro día lo vimos en la universidad donde iba a hablar Felipe González. Una patochada putrefacta y nauseabunda de niños de papá -¡había que verles las caras desencajadas!- que se tomaron el tiempo hasta para conseguir una de esas pancartas etarras que si no fuera por lo triste que es, resulta chusco y grotesco. Como la manifestación contra la guardia civil en Alsasua o las payasadas independentistas en Barcelona. Durante años voté al PSOE, con sus mayorías absolutas, la OTAN, la aparición de IU, Garzón en las listas, la corrupción, los Gal y la minoría del 93. Y, por supuesto, me alegré de la alternancia en el poder. Es más, hace pocos años, escuché a Felipe González en el Hotel NH de Badajoz y le volvería a votar. ¿Dónde quiero ir a parar? El PSOE es mucho más que sus militantes pero menos que sus votantes. El domingo, tenían que votar, sí, votar democráticamente en su comité federal, entre lo malo y lo peor, entre quienes querían volver a perder otras elecciones y quedarse como una minoría sin fuelle y los que pensaban en España y los españoles aunque tuvieran que sacrificar postulados que tampoco eran para tanto. Es un partido de gobierno y sabrá renovarse y fortalecerse. No votaron a Rajoy, votaron contra los que quieren volver a la calle o al 36, jalean a los etarras y desean romper España. Tal vez hubo un tiempo en que perdieron su O pero el domingo recuperaron su S y fortalecieron su E. Por eso volverán.