Reconozco cada gesto como una sincronizada coreografía, una espontánea liturgia. El frío hace el ruido de una tiza chirriante sobre la pizarra, cortando la cara.El perfume tibio de la chocolatería, dorada, como una caja de bombones en si misma, sirve de reclamo. En el reflejo del escaparate una pareja de hombres, se deleitan con tanta exuberancia, con el olor, con el calor sonríen. El más alto le besa suavemente, despacio, depositando un regalo quedo, primoroso, sobre su frente. Como una corriente de electricidad, casi imperceptible, el otro le aprieta el brazo, se apoya sobre él y se respiran ensimismados. En la juguetería la gente pulula buscando orientarse como los patos de un estanque, cuando les arrojan pan y no saben a qué atender. Dentro, un niño con su padre construyen juntos un lego. Él le revuelve el pelo activando un resorte por el que el pequeño le abraza las rodillas, entrecerrando los ojos. Nos encontramos las miradas, haciéndome cómplice de esa chispa y, como parte de la cadena, yo les saludo, los tres así conectados. Un grupo de hispanas, lanzan grititos de satisfacción, se tocan, una a otra, y ésta a la siguiente, y así sucesivamente, como si fueran una línea de bombillas de colores intermitente, quiza para asegurarse de estar donde están. Yo me río observándolas, traviesas, hablan de chicos a los que se alegran haber dejado en su pueblo y al saberse comprendidas, la carcajada es común, femenina. Me piden una foto que envían compulsivamente a esos novios «abandonados».Y con los mensajes la marea se extiende más allá de las fronteras, se expande atravesando estados, desiertos. Una pareja discute, buscan el sonido de los helicópteros en el cielo. Arriba sus haces chocan, fusionándose, dejando tras ellos refulgentes partículas disfrazadas de estrellas, que borran los restos de contrariedad en sus caras y se miran reconociéndose de nuevo. Se besan y se besan y se besan, alimentándose. Todo se detiene a su alrededor. Su hechizo prende como una pequeña cerilla que sin embargo da luz, nuestros ojos. Somos velas de una tarta de cumpleaños, encendida cada una con la anterior hasta cerrar el círculo. Alguien vocea: La Navidad es mágica. El amor está en el aire.