TEts preciosa y tiene la piel suavemente dorada, como si ya en el vientre de su madre hubiera sido acariciada por los rayos del sol de primavera. Tiene no más de siete días y descansaba tranquila en su coche de paseo, protegida por la capota. El orgulloso padre contaba que estuvo en el momento del parto, y que él mismo cortó el cordón umbilical y yo me acordé de los animales de los bosques y las praderas. He visto muchos documentales de La 2 (es cierto que los veo porque la voz del narrador tiene un no sé qué de nana que me arrulla hasta alcanzar el estado de duermevela), y siempre me pregunté cómo se rompe ese vínculo que unía al recién nacido con su madre. Nunca se me ha mostrado el momento de la separación definitiva. He visto hembras de distintas especies expulsando la placenta, pero nunca las imágenes me han mostrado qué pasaba con el cordón umbilical. Me picaba la curiosidad al observar que no todas las anatomías permitían a las madres girar el cuello para morder y cortar.

Dejé a la feliz familia comer tranquila y volví a mi mesa, pero al poco me levanté para preguntarles si sabían qué pasaba, por ejemplo, con los ñus o las gacelas Thomson allá en el Serengeti . No se sorprendieron demasiado ante la pregunta --que, luego pensé, quizás les pareciera insólita-- y alguien del grupo, que también en algún momento había sentido la misma curiosidad, me dijo que el cordón al pudrirse se desprende. Supuse que el proceso debe de ser rápido porque de lo contrario se darían muchas oportunidades a las leonas, prestas a cualquier retraso o debilidad.

Sencilla explicación que no se le había ocurrido a mi tonta cabeza. ¡Lo que es la ignorancia!, pensé. Sencillamente, se pudre. Cualquier médico o veterinario me lo podría haber dicho, pero yo nunca lo pregunté. Sólo expresé mi curiosidad en voz alta al oír a un orgulloso padre contar cómo cortó el cordón umbilical que unía a la madre con su hija que, con la piel dorada, dormía tranquila, entoldada bajo el sol de primavera.