TAt juzgar por la movilización mediática, la intensidad judicial y la cólera partidista, parece como si España estuviera viviendo en un lodazal donde conviven los bárcenas, pujoles, púnicas, gürteles, eres y urdangarines y que todo este mapa de la corrupción se está dibujando entre la clase política que roba miserablemente a las clases trabajadoras. Shakespeare ya lo escribió, con matices, en Timón de Atenas: "Servidores a sueldo, vuestros nobles señores ladrones son, con las manos muy largas, que os saquean legalmente". El saqueo existe pero nunca es legal, por mucho que algunos lo crean y, aquí, en el algunos, incluimos ya a quienes, ingenuos o cínicos, creen que eso de la corrupción solo es cosa de políticos y gobernantes. Habrá que ir dejando ciertos conceptos claros: 1. La corrupción siempre ha existido, en cualquier etapa de la historia, en cualquier lugar del mundo, precisamente porque corromperse no se corrompen las instituciones sino las personas y es la naturaleza de las personas la que es voluble y débil cuando no inmoral, delicuescente y mangante. Desde los casos Matesa o Sofico --en los estertores del franquismo-- hasta, ya en la democracia, los Banca Catalana, Filesa, Naseiro, Juan Guerra, Roldán, Ibercorp o Malaya y toda la podredumbre actual. 2. La corrupción no es de izquierdas o de derechas, independentista o constitucional, sino que emerge de la confluencia entre alguien que pide, sugiere o insinúa y alguien que ofrece y da. Frente a un político corrupto siempre hay otro corrupto que no es político. 3. La corrupción política es el reflejo de una sociedad que no es tan limpia como cree. En España inventamos al lazarillo, nos divertimos con el pícaro, ensalzamos a quien es capaz de engañar al fisco y es un héroe quien encuentra resquicios legales para obtener subvenciones que no merece o justifica. El con iva o sin iva o la economía sumergida forman parte de la cultura popular.

La corrupción, toda, la de arriba y la de abajo, la de unos y otros, es motivo de escándalo, razón suficiente como para movilizar todos los recursos y actuar contra ella, desde la independencia judicial, la honradez política y la contundencia legal, atajando todas las prácticas y dejando las lecciones a un lado. Puede que ahora sea el PP el señalado pero hace apenas un año El Mundo titulaba: "Corrupción andaluza: 1.000 imputados y 6.000 millones defraudados". O dejamos los bandos, las excusas y las sinecuras o solo lograremos que los nuevos actores se unan al club y todo siga igual.