El 24 de septiembre de 1998, el presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, propone al alcalde de Badajoz, Miguel Celdrán, durante la inauguración de la Feria de la Caza en Ifeba, convertir la plaza de toros vieja de Badajoz en un palacio de congresos. Era el principio del fin de un edificio que ha marcado la memoria histórica de los pacenses y el primer paso de un proyecto que marcará el devenir futuro de la ciudad.

La vieja plaza de toros, tal como había llegado al nuevo siglo, databa de 1859, y era una rehabilitación de la anterior, construida en 1818. Casi dos siglos para un coso que pasará a la historio no como escenario de grandes proezas taurinas sino como testigo de sangrientos asesinatos en la guerra civil. La plaza dejó de tener las funciones para la que fue construida y en 1967 se inauguró la nueva.

Encontrar un destino decente a este símbolo de la represión no fue tarea fácil. Pero la decisión de la Junta siguió adelante y en febrero del 99 el ayuntamiento aprobó poner a disposición los terrenos para la construcción del palacio. El mes de abril siguiente se convocó el concurso público para la definición del edificio. El plazo de ejecución era de 18 meses. Anochecía el 14 de marzo del 2000 cuando entraron en la plaza las máquinas. Anochecía ayer cuando se inauguró el palacio.