Estamos inmersos en varias crisis de las que no somos capaces de ver su horizonte. Las crisis sanitaria, social, económica y política tienen distintas identidades y remedios, pero están estrechamente entrelazadas. Las cuatro requieren ser solucionadas con urgencia. La sanitaria es la más urgente pues la vida de una persona no tiene precio, es insustituible y su efecto irreversible. Ya llevamos muchas decenas de miles de muertos. No ha hecho discriminación social, políticas, de raza o sexo, aunque si de edades y antecedentes sanitarios. Su efecto por países no está relacionado con la ideología del gobierno ni con el gasto sanitario previo. Más bien está relacionado con la anticipación y gestión de las medidas adoptadas.

Creo que toda la sociedad entiende y apoya que los afectados por la crisis social no son en absoluto responsables de ella, y que es tarea de toda la sociedad paliar su situación y distribuir sus costes solidariamente entre todos.

Más difícil de gestionar y de llegar a acuerdos son las crisis económica y política, que llevan ambas más de dos décadas en ebullición. Desde principios del siglo se está radicalizando a la sociedad generando una fragmentación política que hace difícil el diálogo. Este enfrentamiento impidió que se afrontase con decisión y unidad la crisis del 2008 consiguiendo agravarla, extenderla socialmente y alargarla en el tiempo. Entonces ya se hizo necesario un gran Pacto de Estado de reformas estructurales, que ni se intentó, y sus consecuencias la estamos padeciendo.

La buena economía y la gestión eficaz en España esta desvalorizada, suena materialista y antisocial. La solidaridad no se hace solo con buenas intenciones y decretos, sino que hace falta capacidad para ello.

Necesitamos que todas las fuerzas políticas tomen conciencia de la importancia de un entorno económico competitivo y la necesidad de una gestión pública eficaz y eficiente. Necesitamos parecernos más económicamente a los países de Centro Europa que ellos a nosotros. Esperemos que en esta ocasión las circunstancias obliguen a un diálogo político que permita el Pacto de Estado que hace 10 años no se quiso o pudo hacer y tantos costes ha tenido para tantos españoles. La Transición fue un gran modelo y los Pactos de la Moncloa fue un instrumento más de una voluntad de vida en común.