No se pueden imponer una religión ni sus símbolos por votación mayoritaria, del mismo modo que no se puede acordar democráticamente expulsar a los judíos. Hay cosas que están por encima de las decisiones mayoritarias y en las que no cabe votación alguna. La asociación de padres de alumnos del colegio de Almendralejo de donde se han retirado unos crucifijos, en primer lugar, yerran cuando tratan de conseguir por mayoría lo que no es aceptable constitucionalmente en un colegio público de un Estado laico; en segundo, cuando quieren imponer a los demás su religión y sus símbolos en los espacios públicos del Estado, dejan de practicar la caridad y el amor al prójimo del que esos símbolos son la máxima expresión; y en tercero, cuando pretenden hacerlo con formas y expresiones airadas, contravienen la tolerancia y el respeto que predica el cristianismo.

La pregunta no es por qué molesta el crucifijo, o una efigie de Mahoma o una estatua de Buda. Estas expresiones de la fe de sus adeptos cuentan con espacios privados, en el hogar, en los centros religiosos y en los de culto y, en el caso de la Iglesia católica, sostenidos por el Estado español, que la ayuda con 6.000 millones de euros cada año (un billón de pesetas), lo cual me parece una vergüenza a estas alturas de la historia. En cambio, la laicidad y los que nos sentimos laicos y ajenos a las religiones, apenas disponemos de espacios donde no estén presentes los símbolos religiosos de los demás, que se nos imponen, si es necesario, por la fuerza o por la coerción de una votación mayoritaria que no cabe en cuestiones como ésta.

Aparte de que constitucionalmente no son admisibles los símbolos religiosos en los centros del Estado de cualquier tipo, y no solo en los educativos, el derecho de todos a su propia religión llevaría a un batiburrillo de símbolos de todas las religiones en los citados centros, en esta sociedad cada vez más pluriconfesional, o a que una asociación de padres con mayoría de musulmanes impusiera los símbolos islámicos en su colegio, o a que un juez hinduista hiciese colocar en la sala de vistas la simpática figura de Ganesh. Precisamente la rapidez y la contundencia con que reaccionan los adeptos en contra del derecho de los laicos demuestra su intolerancia y la necesidad de terminar de una vez con esta situación. En Europa es un asunto resuelto hace mucho tiempo. Aquí falta educación y cultura.