La despertó el teléfono. Sorpresa. Entre nieblas condujo y encontró aparcamiento a la primera. El pelo de Oto la guió hasta la mesa. Emoción a tres. Un abrazo vale más que mil ausencias. Recorrer los días, las idas y venidas con el café y el corazón calientes y los ojos encendidos de Navidad. Un barullo de risas de niños que van a ver los belenes cantándole a la virgen que se peina en el río. Se agacha porque una niña quiere ponerle una pegatina con estrellas. Le dicen adiós con sus manos pequeñas. Espera el semáforo un mujer con su andador. De él cuelga una bolsa del Corte Inglés con turrones. Mira su mejilla llena de purpurina y estrellas. Y sin sorpresa, sonríe moviendo la cabeza. Se cruza con una amiga que lleva el sueño y la risa bobalicona puesta; si te preguntan, he dormido contigo. Feliz Navidad. Una carcajada, y un encojerse de hombros, ay. Llegan de Bangladesh. Los niños recuperados. Los quirófanos exhaustos. Los cirujanos y las enfermeras, rendidos. Llenos. La bondad enjuga su sudor. Pura generosidad. Pura Navidad. En el aeropuerto espera sus maletas. Al fondo ve abrirse y cerrase las puertas, y se ven, a ráfagas, a los que esperan. Nunca pensó que la felicidad se le clavara en la boca del estómago. Le sube una acidez, una avidez de vértigo. Empuja su carro con fuerza pero lentamente, consciente de qué pasará después. Ve por fin su cara. Nervioso. Sus ojos húmedos. Ese beso podría ser un fotograma de Love actually. La Navidad está en el aire. Hace meses de su separación y es la primera vez que van a estar juntos. Ha pasado por la peluquería y se ha planchado con esmero una camisa azul que resalta sus ojos. Carmín. Perfume de limón. Vuelve y se quita la pintura de los labios y los malentendidos. Coge unas galletas de gengibre recién hechas y una mirada fugaz al espejo de la entrada. Llegan al restaurante y él ya está. Tropieza al verla. Un gesto conocido. Un beso en la mejilla. Tan extraño. Sus labios se quedaron en suspenso. Tengo hábito de ti. Pero sin pena. Feliz Navidad. Brindan, por la familia, dice el pequeño. Siempre Haciendo chocar la persiana metálica con el suelo, echa el cierre. Se asegura que lleva el bolso. Suspira. Su madre. Las compras. La cena. Agotada. El móvil se ilumina: «Cambio de última hora. Te echaba demasiado de menos. Estoy junto al puesto de castañas. Te espero.» Sonríe. Tararea mientras camina, rápido, rápido, corre. All I Want for Christmas Is You. Mamá, hemos llegado. Un ramalazo de luz al pasar junto al nacimiento. Lucen cuatro velas de Adviento y un nudo en la garganta, se rompe. Se abre paso el amor. Gracias Dios mío. Bienvenidos a casa. Feliz Navidad.