La Junta de Andalucía va a facilitar tres comidas diarias a 50.000 niños andaluces cuyas familias no tienen ni para comer. Además del almuerzo que esos niños comen en sus colegios, se les facilitará diariamente la merienda y el desayuno del día siguiente, a fin de garantizarles las tres comidas básicas diarias. A esta medida de emergencia la Junta destina menos de dos millones de euros. La reacción inmediata del Gobierno de Rajoy y del PP ha sido acusar a la Junta andaluza de practicar la beneficencia.

Al mismo tiempo que esto sucede en Andalucía, el Gobierno de Rajoy destina casi cinco millones de euros de dinero público a subvencionar el bar-restaurante del Congreso de los Diputados, donde unos pocos centenares de personas con un buen nivel adquisitivo, e incluso con un altísimo poder adquisitivo, se benefician diariamente de copas, bebida y comida a la mitad del precio oficial que rige en la calle para los ciudadanos, que somos los paganos de ese desafuero.

Es posible que el Gobierno de Rajoy y el PP tengan razón cuando acusan a la Junta de Andalucía de practicar la beneficencia. Lamentablemente, el Gobierno de Rajoy y el PP, con la ayuda de Zapatero, claro -no podemos olvidar la herencia recibida-, han colocado al país en una situación de emergencia nacional en la que, si no se practicara la beneficencia, morirían de hambre millares de personas. El escándalo es que el Gobierno de Rajoy y el PP practican muy generosamente su peculiar concepto de beneficencia con los ya beneficiados por ellos mismos, pues no solo dilapidan 850 millones de las antiguas pesetas en el bar-restaurante del Congreso, sino que conceden a dedo contratos millonarios a los suyos, privatizan a precio de saldo los grandes servicios públicos y evitan gravar a los más ricos con impuestos dignos de tal nombre.

Esta es la triste hora de constatar la existencia de dos Españas, la del cubata vergonzoso de los diputados y compañeros martirizadores, y la de los bocadillos que los niños pobres andaluces se llevan a casa para poder acostarse con algo en la barriga. Todo eso sale del bolsillo de usted, querido lector, y del mío. Pero, puestos a elegir, cabe preguntarse ¿a qué beneficencia preferimos que se destinen nuestros impuestos? La España de charanga y pandereta se ha convertido en la del cubata y el bocadillo.