TAt veces nuestros problemas se elevan al cubo, es decir, se multiplican más de lo admisible. Por si la ciudad de Badajoz tenía pocos problemas, ahora se van a elevar al cubo del cubo, es decir, a multiplicar por dos veces, si Manzano y Sosa , no lo remedian, ya que, si se derriba, por el empecinamiento de uno de estos salvadores de la patria, o de ambos, el edificio así llamado, el coste de su construcción se multiplicará por bastante más que por dos, porque al del derribo habrá que sumar el de la edificación de la nueva facultad. Una operación cifrada entre los 15 y los 20 millones de euros, para entendernos: entre los 2.500 y los 3.300 millones de pesetas.

Yo a Antonio Manzano y a Manuel Sosa les tenía por hombres razonables y por verdaderos defensores de Badajoz. Pero, conseguida por aquél la victoria judicial en este asunto --la batalla de su vida, sin duda, con lo que ya puede morir tranquilo-- creo que todavía está a tiempo de ganarse el respeto y el agradecimiento de todos, ganancia que también le deseo al segundo, antes de que termine de dilapidar el escaso capital político que le queda a IU, fuerza extraparlamentaria ya en Extremadura y, lamentablemente, extramunicipal en muchos ayuntamientos, de los que el próximo puede ser el de Badajoz.

Si todos los costes citados, sin contar los inmensos perjuicios que el derribo causaría a centenares de miembros de la comunidad universitaria, los fuesen a pagar los responsables políticos y administrativos del embrollo, podría ponerme de parte de Manzano y de Sosa en esta cabezonada del derribo. Pero es que los paganos vamos a ser los contribuyentes y por ahí no paso. Y menos con esta crisis.

La sociedad, los estudiantes, la comunidad universitaria, los arquitectos --que algo entenderán de esto-- se oponen a que el cubo se derribe y hasta defienden que es una valiosa aportación arquitectónica al barrio alto. También hubo manzanos y sosas que se opusieron a la construcción de la torre Eiffel y pidieron su derribo. Pero las urbes se hacen con aportaciones de cada tiempo, en cada espacio, y una cosa es proteger el patrimonio y otra, paralizar la vida de una ciudad o retrotraerla al pasado. Si Manzano y Sosa, o cualquier otro, persisten en su cabezonada, tendrán enfrente, para siempre, a toda la ciudad y pasarán a la historia local como dos talibanes de la obcecación.