Vive la ciudad un tiempo fecundo con festivales de cine, de música, con la programación del López --y pronto de la Terraza--, de la Sociedad Filarmónica, la de Flamenco, el Ateneo, actuaciones en locales, o exposiciones como las de Mon Montoya en Angeles Baños y sobre todo, la de Ortega en el MEIAC, a la que se suma la de Susana Solano y en el Museo de Bellas Artes, la recuperación de Alvarez Lencero, y otras en las salas de la diputación, que pasará a llamarse Vaquero Poblador, Christian Franco, o Acuarela.

Vive Badajoz una cierta normalidad, si podemos entenderla como higiene mental más que como algo plano o vulgar, para sostener un cierto nivel que debería subir con la creación de nuestros artistas, músicos y escritores. Mientras Angel Campos y Luis Costillo perfilan el diseño de ´Espacio-Espa‡o Escrito´, el primero saca un poemario que puede que nunca deje de crecer, y el segundo vuelve a mancharse de pintura. Es cierto que hay unos premios literarios con jurado escondido, pero al menos se ha vuelto a producir el milagro de una feria del libro, anodina quizás, pero que ha recibido a miles de niños. No es que sea tampoco el edén, ¿verdad? --somos lo que somos--, pero ésta es mejor ciudad cuando se ofrece, se dispone, se utiliza y hasta se consume más cultura y arte.