Ya sabemos que Badajoz no será, ni aspirará a ser, capital europea de la cultura; no porque la ciudad carezca de elementos para ello, sino por que el gobierno local, ante una propuesta que contó con el apoyo de las demás instituciones, entendió que le querían marcar la agenda y consideró que el evento le venía grande. Ahora toca apoyar para que al menos lo logre Cáceres.

Badajoz no será capital, pero no hay que ser capital para ser una ciudad habitable, aún con huecos y carencias --quién no--, y en este sentido la ciudad tiene un poso y una historia que se trasluce, entre otras cosas aunque no sólo, en el López de Ayala.

El teatro, con 10 años renovado y más de un siglo de historia, ha respondido a las expectativas y es un polo esencial de la ciudad. No ya por los récords en espectadores y actividades, sino por ser armazón vital para esta comunidad tan lastrada por tantas cosas que unas veces se palpan y otras ¿sólo? te ahogan.

A la vista del resultado, se puede decir a quienes sólo piden menos Estado cuando ellos se quedan con el resto, que la inversión pública en cultura es tan importante, necesaria y rentable como en carreteras.