Nos cuentan que el ministerio del ramo va a eliminar líneas de ferrocarril deficitarias y que entre ellas hay algunas extremeñas. Como dicen los castizos, es para mear y no echar gota.

Con la población que tiene Extremadura es difícil que aquí haya nunca líneas no deficitarias. O sea, que no nos vengan con esas. Ahora pretenderán que aceptemos nuestra singularidad geográfica como una desgracia original y nos resignemos a ser ciudadanos de segunda, porque la omnipotente Renfe, Adif o como se llame, tiene pérdidas. Y no es eso lo malo. Lo peor es que ya se encarga la mencionada empresa de tenerlas a base de dar servicios africanos a precios europeos. Si los recorridos se limitasen al ámbito regional tendría un pasar, pero no es de recibo que los trenes de media y larga distancia --no entiendo la distinción, si hacen el mismo trayecto-- paren en todas las estaciones posibles de la comunidad para ahorrarse servicios de cercanías. Da vergüenza que te cobren un viaje en talgo, desvencijado, como si lo acabasen de inaugurar y que, entre Madrid y Badajoz o viceversa --400 kilómetros casi exactos-- se tarden cinco horas y media, cuando el tren llega puntual. Que tampoco. Y no me hablen de la media distancia. Perfecto como cercanías. Espantoso hasta Madrid. Incómodo y de un modelo más anticuado que el mismo de otras comunidades. Y casi al mismo precio que el talgo.

Está bien que se razone en plan empresarial, pero no sobre los derechos de los ciudadanos. El transporte público es un modo, otro más, de redistribuir la riqueza. De hacernos más iguales. El Estado no puede dejar los desplazamientos a la sola capacidad o posibilidad de los ciudadanos. O sea, al automóvil. Esa actitud no es digna de un Estado social.

Se habla del AVE como de agua de mayo. Nadie se engañe. Cuando llegue, facilitará la comunicación entre Madrid y Lisboa. Pero para nosotros será más caro y los servicios intrarregionales seguirán siendo deficitarios. ¿Qué nos dirán entonces? Menos mal que limitamos con Portugal. Si no fuera así volveríamos a la diligencia. Y esta política ni es nueva, ni producto de la crisis. Extremadura va a estar siempre donde está y su estructura demográfica no va a variar. Si quieren, que nos quiten todos los trenes y nos dejen en manos de las compañías de autobuses. Así Renfe no perderá dinero. El capitalismo es lo que tiene. Pero, ponérselo tan fácil...