Quizás el grandísimo Miguel Delibes , que nos acaba de dejar físicamente, se inspirase en algún personaje o en alguna situación vista en Extremadura o conocida aquí. Quizás. A algunos les molestó que se escogiera a nuestra región para ilustrar el tópico del señorito y de las infelices víctimas que lo sufrían. En realidad, el culpable de esa identificación fue el cine. El autor vallisoletano iba por otro camino.

Es verdad que el latifundio es más un fenómeno meridional que de Castilla la Vieja. En la Castilla de Delibes se daba y se da más el cacique que el señorito, en sus múltiples avatares, aunque no en toda. En las dehesas salmantinas también brota la especie. Pero, qué más da. Don Miguel --¡qué insistencia la de los genios literarios españoles en llamarse así!-- no estaba pensando en regiones cuando escribió Los Santos Inocentes . Estaba aludiendo a los pobres, a los desheredados, a aquellos que eran tan humildes y durante tanto tiempo que habían perdido hasta la capacidad de rebelarse. Santos inocentes los había en fincas de Extremadura, de Castilla, de Andalucía y los hay en las fábricas y en las obras de Madrid, de Barcelona, de Bilbao y de otros muchos lugares. Y son de todos los colores. Muchos no hablan español. Acaso por eso todos los sentimos reivindicados y dimos un suspiro --¿de alivio?-- cuando el falto de Azarías le echó la soga al cuello al señorito Iván.

Por mucho que el cine situase la novela en Extremadura y la película se rodase en los alrededores de Badajoz, nadie debiera sentirse ofendido por estos pagos. Lo importante no es si el castellano de los protagonistas aspira, al hablar, algunas letras o emplea la limpia pronunciación de la vieja Castilla. Lo importante como siempre es el mensaje. A Quevedo invoco.

Con Delibes todos nos hemos vuelto más castellanos y, a fuerza de reconocernos en esa lengua que él borda y que nos une, aunque la entonación de cada uno sea distinta, volvemos a nuestros orígenes. Extremeños o no, con el maestro que se ha ido nos sentimos más castellanos y, por eso, más españoles y más universales. Y no olvidamos, no queremos olvidar, el mensaje de sus obras. Gracias don Miguel.