La demagogia es una degeneración de la democracia que ha sobrepasado a los políticos como ejecutores principales para alcanzar a todo tipo de ciudadanos, acampados o no, que acuden a ella para tener razón, para imponer su verdad, para silenciar al otro, para disimular sus carencias o para gritar más. La demagogia escarba en los sentimientos elementales de los ciudadanos, los cubre de halagos, les reparte mentiras o medias verdades, que son lo mismo, y construye una realidad fingida y tramposa con el fin de ganarse el fervor o el favor popular. Resulta ridícula en los ciudadanos que, inexpertos en la práctica, la llegan a sacralizar sin saber ni siquiera que lo hacen pero es patética en los políticos cuando intentan ganar en la calle lo que pierden en las urnas.

El demagogo es una especie en alza. Las redes sociales, tan encumbradas hoy, el mal llamado periodismo ciudadano que suele convertirse en una cueva de anónimos y faltones opinantes y la calle, la barra del bar o la consulta del médico de cabecera, son los escenarios más propicios donde el demagogo muestra espumarajos, depone sus heces y despliega todas sus malas artes. Aristóteles , lo definía como adulador del pueblo que arrogándose la representación de sus intereses no le movía más que su propio interés. La peor clase de los demagogos modernos son aquellos que saben que lo son, los que deliberadamente hacen o dicen conscientes de que están manipulando la realidad.

La medalla de la ciudad es la credencial que reciben los concejales por su nombramiento y en razón de ser representantes de la soberanía popular. Se hace desde siempre, se hace en todos los ayuntamientos no por las personas sino por la institución a la que representan. Se distingue una dignidad institucional. Es un símbolo y como tal no es cuantificable.

Uno puede rechazar la medalla o despreciarla, como se desprecian la bandera, el himno, las tradiciones o las instituciones pero no parece serio que se manipule a la gente con oportunismos sospechosos, llamadas a la revolución o mensajes de derroche cuando la campaña electoral ha evidenciado gastos cuantiosos partidistas o cuando no se devuelven las medallas recibidas en anteriores legislaturas. Si de lo que se trata es de ponerlo todo en cuestión, algunos desearían saber por qué se ocupan las calles o se maltratan jardines con total impunidad.