No es que Badajoz se haya convertido en el oeste americano de pronto, pero para ser el oeste ibérico no desmerece, porque de un tiempo a esta parte la situación sí es de tiros van y tiros vienen. Cuando no es una reyerta en Los Colorines o en la plaza Nicolás Díaz Pérez, es un tipo cabreado en el Gurugú, y cuando no, un enfrentamiento entre familias en Suerte de Saavedra, o en el casco antiguo, sin contar con el francotirador fantasma de los balinazos. En los últimos días se han producido, en efecto, incidentes con armas de fuego en varias de esas zonas señaladas y a juzgar por lo poco que trasciende de las investigaciones, se trata de armas que por regla general no están legalizadas, es decir no figuran entre las miles cuyo dueños cuentan con su preceptiva licencia. Son muchas, decenas de miles las armas de caza, deportivas, de protección o carabinas que están en manos de ciudadanos civiles, que en su inmensa mayoría son, habrá que pensar que lo son, responsables en en el uso de la mismas. Sin embargo, hay casi 1000.000 armas de fuego en la provincia de Badajoz, una por cada 12 vecinos en la ciudad. La afición es enorme, pero ¿debe ser preocupante?.