Una de las afirmaciones más usadas últimamente en nuestra ciudad, hasta convertirse en un tópico extravagante, es eso de que la Alcazaba de Badajoz es la más grande de España. En algún lugar he leído que de Europa y el día menos pensado alguien dirá que del mundo y el paisanaje lo aceptará y repetirá, porque eso de glorificar, verdad o no, lo local tiene las letras gordas. ¡Burro grande, ande o no ande! No sé si la afirmación es cierta. Habría que medir una a una todas las fortificaciones andalusíes, y son muchas, para comprobarlo. Lo que es completamente cierto es que Badajoz tiene la alcazaba más abandonada de Europa. Eso sí que tiene visos de acertar. Las autoridades ¿competentes? Creen que el valor patrimonial de la fortaleza se resume en ella misma. No tiene para nada en cuenta, a los hechos me remito, que el cerro de la Muela es un conjunto arqueológico de primera categoría. Una de las claves para conocer e interpretar no solo la historia de la ciudad sino también de la región occidental de la Península Ibérica, desde la Prehistoria hasta nuestros días.

Este ayuntamiento es incapaz -no hablo de oídas- de sacarle rendimiento cultural al sitio, fuera de usarlo como aparcamiento, con el consabido desgaste del subsuelo arqueológico en ciertas zonas, o de explanada para celebraciones de masas. La basura se acumula y el patrimonio se degrada. Todo se basa en promocionar un turismo de insolación, en círculo, descuidando el centro. Y no quiero escribir sobre las laderas de la colina, que son tan yacimiento arqueológico como el interior. Da vergüenza ver cómo año tras año, concejal tras concejal, alcalde tras alcalde, se queman, sin que nada sea capaz de prevenirlo, cuando se puede. No hace falta gastar mucho, bastaría con dejar pastar allí a un rebaño de ovejas o cabras. ¿Es tan difícil? Hemos ido a peor sin excepción. Ha habido restauraciones, cierto, pero no se acaban nunca. ¿Quién marca su ritmo? De qué sirve babosear tanto sobre la alcazaba si no se le sabe dar un uso cultural adecuado. Ahora, no es nuevo, se habla de un restaurante sobre un cementerio de apestados. ¿Lo veremos? ¿Alguien comerá allí? Todo el horizonte intelectual se acaba en la hostelería. ¿Damos para más?