No se ha podido hacer peor. Desde dejar entrever un hackeo cuando era un error, pasando por dimisiones y explicaciones insuficientes, hasta el tira y afloja entre la Junta de Extremadura y la Uex.

La repetición de los exámenes de selectividad por parte de más de cuatro mil alumnos en la Universidad de Extremadura ha sido la lamentable noticia con la que termina este curso académico en la región.

Y las consecuencias no sólo las han sufrido los chavales que, entre la resignación y el cabreo, volvieron a repetir una prueba que creían superada. Esta crisis se lleva también por delante el mucho o poco prestigio de la Universidad de Extremadura. Y nos guste o no, es así.

Hay excelentes profesionales dentro de esa institución educativa. Y probablemente sea injusto sacar de una parte la conclusión del todo. Pero el descrédito de nuestra universidad después del «gravísimo error» en la custodia de las pruebas y la patética gestión de lo sucedido, pone a la Universidad de Extremadura en una situación muy difícil.

Ahora es necesario que la Fiscalía y la investigación interna que se ha abierto den resultados más pronto que tarde. No sólo para que se conozca realmente lo que ha pasado, sino también para evitar todo tipo de especulaciones y teorías conspiratorias que estos días animan las tertulias y ahondan en la herida abierta. Y la herida es sangrante.

La formación de nuestros jóvenes es el pilar en el que se sustenta el futuro de cualquier sociedad. El descrédito de la Universidad es también el descrédito de Extremadura. Urge tomar medidas para evitar que algo así vuelva ocurrir.