Estamos tan acostumbrados a la confrontación de nuestros políticos cuando son de partidos dispares al cargo de distintas administraciones, que no nos llama la atención la desfachatez de utilizar como arma política problemas de interés general que requieren una solución urgente. Soluciones que no llegan porque quienes tienen que tomarlas no están dispuestos a entenderse. Ha ocurrido tantas veces y es tan lamentable.

Es lo que está sucediendo con el traslado del centro de salud Los Pinos, en Badajoz. En diciembre pasado saltó a la luz que el edificio sufre un problema de cimentación que ha originado grietas en los muros. Hace nueve meses la Junta de Extremadura, gobernada por el PSOE, informó de que estaba estudiando trasladar este centro de salud. Desde entonces la consejería ha asegurado que todo está controlado y llama a la tranquilidad porque las grietas están en observación. De momento, profesionales y pacientes pueden seguir como si nada ocurriese. No creo que puedan hacerlo, aunque no les queda otra. Quienes tienen el deber de hallar una solución han demostrado sobradamente su incapacidad. Lo que sí han hallado es un nuevo elemento de confrontación entre la Junta y el Ayuntamiento de Badajoz. Sobre la mesa se han puesto varias ubicaciones, pero solo había una silla ocupada. De momento no se han sido capaces de sentarse frente a frente para estudiar las opciones posibles. Los interlocutores no han cambiado: el consejero del PSOE José María Vergeles y el alcalde del PP Francisco Javier Fragoso.

La Junta parecía decidida a construir un centro de salud nuevo y para ello requirió al ayuntamiento la cesión de unos terrenos. Fragoso prefiere dar caña que un suelo y ni siquiera ha respondido oficialmente a la consejería para decirle que solo tiene disponible una parcelina, que no reúne las condiciones, ni en dimensiones ni en proximidad a los usuarios del nuevo centro de salud, que atiende a los vecinos del Casco Antiguo y de Pardaleras. Decía Vergeles hace unos días que «ahora», después de casi diez meses, ha llegado el momento de hablar, pues ya han pasado las elecciones municipales. Se le olvidó mencionar que cuando se celebraron las municipales también hubo autonómicas y se formó un nuevo gobierno regional, del que él sigue formando parte.

No sé si recordará Vergeles que el candidato a la Junta de su partido utilizó este asunto en campaña. En un paseíllo de cabeza de lista con comitiva por el Casco Antiguo, Guillermo Fernández Varas anunció que el centro de salud se podría reubicar en el edificio donde funciona la residencia universitaria Juan XXIII. Habría que echar a los estudiantes, claro. Desvestir a un santo para vestir a a otro. Menuda idea. No debía estar muy asentada porque la consejería nunca la llegó a reconocer como suya y se desentendió de su viabilidad. «Ahora» dice el alcalde que ha acordado con Vergeles no usar la cuestión como arma política. Será porque hace poco a él se le ocurrió citar en el ayuntamiento a las dos asociaciones de vecinos implicadas para hacer fuerza contra el presidente de la diputación, Miguel Ángel Gallardo, del PSOE, e insistir en la reubicación del centro de salud en el antiguo Hospital Provincial, a sabiendas de que a Gallardo este tema le hastía.

Las únicas que realmente parecen preocupadas son las asociaciones vecinales. Insisten en el Hospital Provincial pero al mismo tiempo están revisando sus barrios palmo a palmo para ver dónde hay un lugar que a todos les venga bien. Han propuesto desde una planta vacía en un edificio de Ronda del Pilar a una parcela baldía junto al nuevo colegio Nuestra Señora de Bótoa. Si la decisión dependiese de los usuarios, hace tiempo que el centro de salud estaría reubicado. Ellos sí saben estar en su sitio.

*Periodista.