Allá donde esté disfrutando de estos días de sol, al exconcejal Luis García-Borruel se lo estarán llevando los demonios viendo lo que sucede en el Ayuntamiento de Badajoz.

Según la definición de la Real Academia Española, un tránsfuga es la persona que con un cargo público no lo abandona al separarse del partido que lo presentó como candidato. Según el alcalde pacense, Francisco Javier Fragoso, Borruel fue un tránsfuga porque se fue de su partido y mantuvo su acta de concejal como no adscrito. Por este motivo, el equipo de gobierno a mitad de la legislatura pasada le negó el pan y la sal. La ley impide disfrutar en la condición de concejal no adscrito de despacho y recibir asignaciones económicas como grupo y no puede percibir más de lo que antes disfrutase. El PP llevó hace dos años al mínimo estas concesiones y Borruel desapareció prácticamente de la vida política municipal, relegado a la esquina del salón de plenos. Pero con Alejandro Vélez, que desde el jueves es concejal no adscrito, se ha aplicado el máximo legal, de manera que seguirá siendo concejal liberado con responsabilidades de gobierno.

Según ha intentado defender Fragoso, su situación no es la misma que la de Borruel, que sí era un tránsfuga, pero Vélez no, porque ha sido Vox el que lo ha echado, mientras que Borruel se fue solo. Para el alcalde, es «una diferencia sustancial» entre uno y otro. Hay que retorcer mucho la realidad para llegar a esta conclusión. A Borruel, Ciudadanos le abrió la puerta para que se marchase, después de haberlo destituido como portavoz municipal y abrirle expediente. Se fue segundos antes de que la expulsión fuese efectiva. El proceso es idéntico al vivido por Alejandro Vélez, cuyo partido se ha empeñado en expulsarlo, aunque el exconcejal de Vox insista en seguir dentro y haya recurrido a todas las vías a su alcance, hasta las judiciales. Borruel y Vélez fueron candidatos a la alcaldía de sus respectivos partidos y los ciudadanos los votaron para que estuviesen en el ayuntamiento. Borruel, como Vélez, fue expulsado por una disputa interna.

Sí existen diferencias sustanciales, pero no la que cita Fragoso. A diferencia de Vélez, Borruel se convirtió en un elemento díscolo en el acuerdo de gobierno entre el PP y Ciudadanos para mantener a Fragoso en la alcaldía. Se arrimó a las fuerzas maléficas de la oposición y jugueteó con el anuncio de una moción de censura. Esa fue su ruina y su sentencia de muerte política. Todos los hilos se movieron para que su omnipresencia consentida se evaporase. Al contrario de Borruel, Vélez ha demostrado con creces lo cómodo que se encuentra formando parte del gobierno de coalición con el PP y Ciudadanos, en su despacho, dirigiendo la limpieza de las calles, por aquí y por allí, con sus dos bienpagados asesores. Un estatus demasiado tentador para dejarlo escapar. Además, por su marcada idelogía, jamás se plantearía, ni en el paraíso, ni en el submundo, apoyar a un gobierno de izquierdas.

Pero existe otra diferencia, más sustancial aún, y es que el único voto de Vélez es absolutamente imprescindible para sostener el acuerdo suscrito por el PP y Cs para repartirse la alcaldía. A Vélez hay que tenerlo contento. Borruel era prescindible, porque su grupo tenía dos concejales y bastaba uno solo para mantener la mayoría que permitía al PP aferrarse al gobierno. Salió protestón, pero la segunda, Julia Timón, aceptó de buen grado arrimarse a la sombra de los populares. Arrepentida quedaría cuando su partido la repudió de la lista electoral a pesar de sus servicios prestados. Esta es la diferencia sustancial: PP y Cs necesitan a Vélez para asirse al gobierno municipal. No hay más. Ni menos.