La vuelta de las vacaciones deja un poso de pereza inicial para volver al día a día y una esperanza de ser mejor, de alcanzar algo más, que hay que encauzar para vivir lo cotidiano de un modo amable, amistoso y creativo, pero este Badajoz te lo pone muy difícil. Te saca de quicio. Es cierto que los niños vuelven a clase, los papás a sus trabajos, vuelve la actividad académica, social, política, cultural dentro de los cánones del cotidio, pero también volvemos a las calles sucias, a las cacas de perro, a los contenedores apestosos --porque no se lavan; o al menos no lo suficiente--, a las zonas degradadas, a los jardines sin cuidar, a los atascos en unas calles que no están preparadas para tanto coche, a carteleras pobres, a rincones sin terminar, a arreates destrozados, zonas verdes sin nada verde. En fin, que vuelves y nadie ha arreglado la esquina de una torre de la alcazaba que se vino abajo, que el Guadiana sigue tan sucio y descuidado, la catedral sigue cerrada --increíble; si quieren cobrar, cobrarán, con el silencio de la Junta y el ayuntamiento, ¿porque es no les compete?--, y Espantaperros --ayer se abrió para una visita--. Lo más emblemático de Badajoz cerrado. ¿Paciencia?