Nadie duda a estas alturas de que el Carnaval es la fiesta más importante de cuantas se celebran en Badajoz, de una potencialidad ilimitada para dar a conocer a la ciudad, de la implicación de la ciudadanía en sacar adelante una celebración que rebosa participación y de los importantes recursos económicos que moviliza. El Carnaval de Badajoz merece todo el apoyo de las administraciones para que su crecimiento siga imparable y se aúpe definitivamente como seña de identidad generadora de riqueza.

El Carnaval somos todos. Precisamente esa es la singularidad de la fiesta de Badajoz: la participación. Todos hacemos Carnaval en la medida de nuestro ánimo, nuestro interés y nuestras posibilidades. Desde el bar que decora su local y contrata esos días más camareros, al señor de Talavera que se disfraza con detalle para encabezar el desfile de las Candelas de la Margen Derecha, a los cientos de familias que toman al asalto el paseo de San Francisco el sábado a mediodía hasta bien entrada la noche. Claro que las comparsas, grupos menores, artefactos y murgas han sufrido en sus agendas la suspensión del Carnaval de este año, decidida en septiembre pasado por la evolución de la crisis sanitaria. A los grupos carnavaleros les ha cambiado por completo el ritmo vital, pues no han tenido que dedicarse en cuerpo y alma los meses previos a preparar desfiles y actuaciones. Si no han salido, habrán tenido menos gastos, ¿no? También pérdidas, claro. La ciudad en general está perdiendo, por el Carnaval, por la Semana Santa, por la Feria de San Juan, por Almossassa, por La Noche en Blanco, por la ausencia de visitantes, porque no se pueden instalar atracciones de feria, por el cierre de negocios de hostelería y de tiendas de barrio debido a la crisis económica y por todas las limitaciones y medidas drásticas que impone la pandemia.

Con la que está cayendo, cuesta entender que el Ayuntamiento de Badajoz esté trabajando en una línea específica de ayudas para que los grupos carnavaleros hagan frente a sus gastos fijos, que fundamentalmente es el de alquiler de locales para guardar sus pertenencias. A las comparsas, no a todas, las representa la Federación de Asociaciones del Carnaval Pacense (Falcap), que ha dado muestras a lo largo de los últimos años de su poderío. Lo que reclama la Falcap va a misa. Se enfadó con la Asociación de Vecinos de Santa Marina y trasladó el desfile de las Candelas a la Margen Derecha. Tampoco allí estaba a gusto porque el parque de San Fernando se le quedó pequeño y trasladó la Tamporada a Ifeba, para que ellos y ellos la disfruten. Se enfadó con la Asociación de Vecinos de San Roque y tuvo que organizar el desfile de la Sardina el ayuntamiento. Le pareció que en el desfile del domingo las comparsas de Badajoz se lucían poco y organizó otro en el del paseo Fluvial.

Ahora han convencido a la concejala de Ferias y Fiestas, Lara Montero de Espinosa, de que necesitan ayuda para mantenerse a flote y la concejala no ha tardado en echarles un cable y tirar de presupuesto para preparar una convocatoria a medida. Sorprende que con la que está cayendo, pagar el alquiler a los grupos carnavaleros sea una prioridad del ayuntamiento, que todavía no ha sacado la línea de ayudas que anunció para los negocios que se han visto abocados al cierre. Cuesta más creer que la petición de las comparsas cuente con el apoyo de todos los grupos políticos municipales. Está comprobado que cuestionar cualquier iniciativa que proceda de los integrantes del Carnaval debe tener graves consecuencias. Son intocables. La única voz discordante es la del concejal de Vox, Alejandro Vélez, que ahora más que nunca va por libre y en el pleno fue el único que defendió que hay colectivos que lo están pasando mucho peor que los carnavaleros. Citó como ejemplo a los feriantes, para los que no se han establecido ayudas específicas y llevan un año sin poder trabajar. Se tendrán que federar si quieren que les hagan más caso.