Que el PSOE haya aceptado la propuesta de Ciudadanos para eliminar las diputaciones de cara a la investidura de Pedro Sánchez, ha levantado ampollas en Extremadura donde los socialistas gobiernan las diputaciones de Cáceres y Badajoz. No es la primera vez que se suscita el debate sobre la importancia de estas instituciones de ámbito provincial. El Partido Popular también barajó la idea de suprimirlas y vivió en sus propias carnes la oposición de los suyos. Sobre todo de aquellos que ocupaban puestos de responsabilidad en las mismas.

Ciudadanos tiene las manos libres. Es un partido que aún no ha ocupado puestos de poder en el Estado. Sin embargo no creo que ése sea el origen o el motivo que les lleva a plantear esta propuesta. Me inclino más por el desconocimiento de sus máximos dirigentes de las funciones de una diputación y en general del funcionamiento o necesidades del mundo rural. Luego está la disciplina de partido. Esa especie de orden divina por la cual todos los representantes de los partidos, en cualquier rincón del planeta, siguen al dedillo lo que les marcan desde la dirección nacional. En eso Ciudadanos no se diferencia de los partidos tradicionales a los que tanto critica.

Extremadura sería un magnífico laboratorio para que los Albert Rivera de turno vieran cuál es el trabajo que desempeñan las diputaciones y que se resumiría en la vertebración del territorio a través de la prestación y mantenimiento de servicios fundamentales para los pequeños municipios. Casi ná.

Algunos socialistas reconocen en privado estar tranquilos. Saben que los votos de PSOE y Ciudadanos no suman los necesarios para hacer presidente a Pedro Sánchez. Pero el debate vuelve a estar sobre la mesa. Sería interesante aprovechar la ocasión para plantear la tan demandada reforma de la Administración para evitar duplicidades y gastos innecesarios. Lo mismo nos sorprenderían las instituciones u organismos que de verdad serían prescindibles.