Comparecieron en rueda de prensa, de manera sorpresiva, el mismo día y poco después de que se reuniese en el ayuntamiento la Comisión Municipal de Seguridad Ciudadana y Tráfico para abordar la idoneidad de los tres espacios que, en aquel momento, estaban autorizados en Badajoz para la celebración del botellón. Fue en julio del 2016. Han pasado más de cuatro años. De manera sorpresiva comparecieron en rueda de prensa el que entonces era concejal de Juventud, Francisco Javier Gutiérrez, y el alcalde, Francisco Javier Fragoso, para proponer la conversión de las instalaciones del antiguo matadero municipal de Badajoz en un centro de ocio juvenil (como el que se puso en marcha en el edificio de los Cines Puente Real, que costó lo suyo). También dijeron que se podría compaginar con la celebración de botellón en la parcela, adecentando el entorno.

Existían los envidiables precedentes de Matadero Madrid, un centro de creación contemporánea, el Centro Cívico Salvador Allende en el antiguo matadero de Zaragoza, catalogado como Bien del Patrimonio Cultural Aragonés, y el Centro Cultural Matadero en Huesca. El alcalde comentó aquel día respecto a esta sorpresiva propuesta que la decisión que se adoptase finalmente debía ser por consenso de todos los grupos municipales y, cuando se llegase a un acuerdo, se convocaría un concurso de ideas. Nada más se supo. Ni siquiera los motivos por los que aquella ocurrencia se descartó. No hay más que poner como condición para que una idea salga adelante que requiere el consenso político y decae por sí misma.

Habían pasado 6 años desde que la actividad del matadero municipal había cesado. Las instalaciones habían reunido los estrictos requisitos sanitarios hasta el último día en que funcionaron. El único intento inicial del ayuntamiento para alquilarlas resultó infructuoso. Como infructuosa fue la propuesta lanzada sin red ni arneses por el concejal de Juventud con la aquiescencia del alcalde, que debió caer en saco roto o terreno estéril.

Madrid, Zaragoza o Huesca no fueron un buen ejemplo extrapolable a lo ocurrido en Badajoz, cuyo edificio fue directo al matadero, sin segundas opciones. Unas instalaciones que habían sido inauguradas en 1982 en una parcela de 23.000 metros cuadrados en un lugar privilegiado del polígono industrial, valoradas en más de 6 millones de euros (900.000 euros solo el edificio), se echaron a perder como consecuencia de la desidia y la ausencia de imaginación. Sus trabajadores fueron recolocados, pero no así el edificio, que no podía exigir sus derechos ni tuvo a nadie que lo defendiese.

Ahora, diez años y medio después de que el matadero municipal de Badajoz echase el cierre porque dejó de ser un servicio esencial a prestar por los ayuntamientos y por las pérdidas acumuladas, el gobierno local ha anunciado, sorpresivamente, que va a destinar un millón de euros para construir nuevas instalaciones tras derribar lo poco que queda de una construcción que se abandonó hasta alcanzar un estado maltrecho e irreversible, por culpa de los vándalos y amigos de destrozar todo lo ajeno y, sobre todo, por una mala gestión de lo público y la deserción impenitente de sus responsables municipales.

El matadero que un día estuvo colmado de actividad y que pudo llegar a ser un espacio de encuentro entre jóvenes es ahora un lugar en ruinas, cuyos muros han sido pasto de grafiteros y buena parte de los techos se han caído. Bien pudo el ayuntamiento, si tan claro lo tiene ahora, acomodar las instalaciones, cuando aún estaban en buen uso, para trasladar allí el servicio de Vías y Obras, que es lo que pretende hacer en la nueva construcción, si finalmente se hace. Porque ya se sabe que lo que no se usa ni se mantiene, va directo a la sala de despiece.