TNto sé si será una moda o es por culpa de la crisis, en este caso, la crisis que sufre la política; pero nunca he visto a tanto político pidiendo disculpas, se las pidan o no, como en las últimas semanas en Badajoz.

El hecho extraña por inusual. Algo que es tan común en la vida diaria de cualquier persona, como es pedir perdón, en la política parecía algo prohibido, o como mínimo, mal visto. Debe ser por ese motivo la extrañeza y el posterior afecto que provocó Fernández Vara esta semana entre los periodistas de Al Rojo Vivo cuando reconoció, que sólo le quedaba pedir disculpas por no haber podido cumplir su promesa electoral de crear 60 mil puestos de trabajo.

Podemos criticar o poner en duda la eficacia de los políticos para poder cumplir sus promesas, incluso, tenemos la posibilidad de hacerles responder de sus actos en las urnas, pero como mínimo que pidan perdón por sus fallos o deslices, como todo hijo de vecino.

Pero las disculpas no siempre son suficientes para enmendar un error y si no que se lo digan a Miguel Celdrán o a Celestino Vegas .

El primero se disculpó ante el colectivo de gays y lesbianas por sus polémicas declaraciones sobre los palomos cojos, pero su arrepentimiento no sirvió para evitar que Wyoming continúe con su particular guerra en forma de caravana. Aunque siempre habrá que agradecerle la publicidad que le está haciendo a la ciudad. Yo les recibiría con los brazos abiertos y además de prepararles un fiestorro, les organizaría hasta una ruta turística por Badajoz.

Pero no le ha ido mejor a Celestino Vegas tras disculparse con el alcalde de Badajoz por llamarle borracho. Fue la condición que puso Celdrán para debatir con él, pero es evidente que deben existir otras, que muchos desconocemos, porque el debate entre Celdrán y Vegas parece estar muy lejos de celebrarse.

Ojalá no se desanimen y conserven la capacidad humana de poder equivocarse y pedir disculpas, pero en política siempre será mejor evitar los errores.