Liarse a tiros en una ciudad como Badajoz no es normal, pero es algo que viene ocurriendo en los últimos meses en varios puntos, donde se efectúan disparos y luego o no aparecen los casquillos, como ocurrió en Los Colorines, o encuentran los casquillos pero no al autor de los disparos, como pasó el jueves en la calle El Brocense (junto a la Plaza Alta), o no se aclara el asunto, como en Suerte de Saavedra.

Afortunadamente se trata de hechos aislados y de "disparos de carácter intimidatorio", según los responsables policiales. Desde luego que son intimidatorios, pero intimidatorios no sólo para los vecinos, sino para los turistas y para cualquier proyecto de desarrollo para la ciudad. A no ser, claro, que esos disparos sean de bienvenida a los nuevos vecinos que en pocos día ocuparán las Casas Coloradas o a los que están pensando adquirir alguna de las viviendas que se construyen en el casco antiguo, o a los visitantes que pretendan subir al nuevo parque de La Galera, a punto de abrir, o a los jardines de la Alcazaba.

No existe proyecto de recuperación de casco antiguo ni plan de dinamización turística a prueba de disparos intimidatorios.