Un fin de semana que debía ser normal se ha tornado en tragedia para la fotografía y el arte y en una pérdida inesperada e injusta para su familia y amigos, lógicamente, pero también para Badajoz y Extremadura. La muerte de Antonio Covarsí nos ha desfigurado la realidad como él hacía con las imágenes de su serie Distorsiones. Quizás con más espacio y más hallaríamos otros paralelismos entre su obra y su vida/muerte. Un hombre que tuvo una salud débil y un coraje y un corazón de titán, deja esta existencia marcada por su sentido del amor --a su familia y el ser humano--, de la amistad unida al respeto y a la bondad y por su genio fotográfico, en lo que obtuvo el reconocimiento de los mejores y lo llevó a tracenderse para saber mirar al otro: aquí, en Portugal, en Cuba, o allá donde fuera. Covarsí es un referente en fotografía, pero también lo fue con la librería Crónica, con la tienda de discos Itaca, con la organización de conciertos y, aunque pocos lo recuerden, en la preocupación de dar a los hijos, propios y de los demás, un tiempo y un espacio para aprender jugando. Son muchas cosas y poco el tiempo para procurar una justicia que se ha roto con su marcha.