La recuperación del edificio de servicios económicos municipales convirtiéndolo en Archivo Histórico Municipal y la rehabilitación (?) del Gobierno Militar, donde se celebrarán las Jornadas Artilleras y otras actividades militares a lo largo del mes de mayo, pone, una vez más, en evidencia el uso de edificios singulares, públicos o no, ubicados en el centro de la ciudad. La batalla por el Casco Antiguo no ha terminado aún. Después de más de ochenta millones de euros invertidos en los últimos quince años por las distintas administraciones (que pagamos todos), después de la incontable inversión realizada por empresarios, comerciantes, emprendedores y vecinos en general y después de las numerosas actividades socioculturales programadas en la zona, pareciera como si apenas hubiéramos avanzado unos pasos.

El caso es que avanzamos pero no siempre al ritmo deseado. Se habrá fijado el lector que he puesto un signo de interrogación al mencionar la rehabilitación del Gobierno Militar. Así ha sido porque desconocíamos que se hubiese llevado a cabo tal rehabilitación y, desconocemos, también, cómo ha quedado la misma y cuál será el uso del edificio. El uso permanente, esperamos. La enorme tradición y trascendencia de la presencia militar en Badajoz no alcanza, por lo visto, la relevancia adecuada puesto que el Ayuntamiento tuvo que abonar al ministerio de Defensa casi trescientos millones de pesetas por el Hospital Militar en la Alcazaba, no se deciden aún por una cesión al municipio del cuartel de Sancha Brava (con lo bien que vendrían allí instalaciones para la creatividad de los jóvenes) y el Gobierno Militar pide a gritos su conversión en lo que sea menos en un edificio semiabandonado.

Como otros: el conventual en calle de San Juan (¡qué magnifico edificio de servicios saldría de allí!), La Giralda (¡qué entrada al Museo de Bellas Artes estamos perdiendo!), la antigua iglesia en la plaza de Santa María (que reclama su transformación en coqueto auditorio) o La Galera (que debe dejar de ser ya un mero almacén de museo). Donde los particulares no pueden llegar, son las Administraciones las llamadas a rescatar del abandono edificios que forman parte de la historia de Badajoz.