Está casado, tiene dos hijos y nació en Badajoz hace 42 años. Benito Rangel Macarro, barman, encargado de la cafetería Tristana, lleva 25 años de profesión y todavía se considera un enamorado de ella.

¿Cómo ha evolucionado la barra en 25 años?

--Quizás no como uno hubiese querido. Creo que sigue faltando bastante profesionalidad; que no ha sido un oficio bien valorado, y sigue sin serlo.

¿Qué falta?

--Formación. Dio la impresión de que la Escuela de Restauración iba a ayudar, pero es algo más bien privado y no se ha notado mucho. Creo que estamos estancados y hay carencias.

¿Y qué es eso de la psicología detrás de la barra?

--Sí la hay. Eso lo da la experiencia. Hace unos días hablaba con un cliente habitual y coincidíamos al valorar el ambiente, la falta de profesionalidad y de cafés restaurantes clásicos, que hay en todas las ciudades.

¿Cómo funciona ahora la zona del centro?

--Después de un retroceso importante, hace tres o cuatro años que parece que se recupera algo. Se han hecho muchas cosas, pero hay muchas carencias todavía. Y el casco antiguo siempre es lo más interesante de cualquier ciudad.