Batalyús se sometió al califa almohade Abd al-Mu’min dos veces. En 1148, la

primera, y, en 1150, la segunda. La única que tuvo efecto fue ésta, porque la

otra sumisión fue traicionada en cuanto se supo que el monarca tenía serios

problemas políticos en el nordeste de su imperio. Cuando finalmente los

unitarios (= almohades) consiguieron tomar posesión efectiva de todo Al-

Andalús su primera labor debió ser reorganizar las fronteras y poner orden a

una situación muy deteriorada por mor de los monarcas del centro norte

peninsular. De modo muy destacado, del naciente reino portugués y del reino

de Castilla, estabilizado ya de los desequilibrios provocados por la minoría de

edad de Alfonso VIII. León, segregado de Castilla por el testamento de Alfonso

VII, mantenía su propia política y, aprovechando reivindicaciones históricas con

su vecino y después de un período de cierta tranquilidad, entró en abierto

conflicto con Castilla, buscando en los almohades una alianza que le permitiera

presionar, si no vencer, a su soberano. También a los magrebíes le convenía

este movimiento político, porque permitía controlar las ansias expansionistas

castellanas y asegurar las marcas. Bastante tenían con reorganizar el territorio

andalusí, donde toda una serie de ciudades se habían independizado, en lo

que llamamos segundas taifas y, una de ellas, la de Ibn Qasi de Mértola,

personaje poco conocido que había tenido el atrevimiento de proclamarse califa

y entablar relaciones políticas con Alfonso I de Portugal. La teoría que defendía

este fulano tenía rasgos que la hacían semejante a la de Ibn Tumart, el

fundador del movimiento almohade.

Es muy probable -las fechas cantan- que en ese momento, entre 1150 y 1169,

las murallas de Batalyaus fuesen reforzadas añadiéndoles, que sepamos, una

batería de torres albarranas, pudo haber alguna modificación más, en sus

flancos septentrional y occidental. Nos consta su presencia, gracias a la

arqueología, en la alcazaba, pero, aun siendo probable, desconocemos lo

ocurrido con la cerca urbana. Una de esas torres se conserva bastante

completa. Es la de la ermita del Rosario. En su costado estuvo el sepulcro de

Arco-Agüero. Aún se ven las pinturas que lo decoraban.