La equidistancia es un fraude en lo social y un engaño en lo político. No se puede guardar equidistancia con el maltratador y con la maltratada, con el violador y con el violado, con el asesino y con la víctima. Tampoco existe equidistancia entre ETA y el Estado, ni entre la derecha y la izquierda, ni entre lo privado y lo público. Nadie puede situarse en medio de lo que no es equidistante y pretender guardar la neutralidad falsa de una pretendida distancia idéntica o equitativa de una y otra parte. Al amparo de esa postura se fragua la injusticia y se alienta el dislate. Porque el equidistante solo da fuelle a lo inadmisible y oxígeno al inicuo.

Yo nunca he sido ni seré equidistante. Lo mío no es la equidistancia ni lo políticamente correcto. Siempre he estado al lado del explotado, del sufridor y de la víctima y, por supuesto, al lado del Estado frente a la agresión del terrorismo y frente a las pretensiones de lo que hoy llaman los mercados , que no es más que la careta posmoderna del capitalismo salvaje de toda la vida.

Siempre he estado en la izquierda y con la izquierda, con el progresismo que aspira a un país más justo e igualitario, a un país más público que privado, a un país con más Estado y menos mercado , porque solo un país así es capaz de garantizar el bienestar general y el progreso de los más débiles. Ahora eso parece estar acabándose de momento, con la marea victoriosa del PP, pero yo sigo donde estaba, en la no equidistancia, esperando el regreso de la razón.

Izquierda Unida de Extremadura ha pretendido guardar una distancia equivalente con el PP y con el PSOE, dándole a uno la presidencia de la Junta y al otro la presidencia de la Asamblea. Creían los muy ingenuos que así tendrían contentos y controlados a los dos grandes partidos y que ellos darían un ejemplo de ecuanimidad y equidistancia con su inaceptable postura, salvando con eso además la cara de su entrega vergonzante a la derecha. Pero el tiro les ha salido por la culata, porque el PSOE se ha negado a entrar en ese juego, rechazando la presidencia de la Asamblea y dejando claro que la secretaría primera de la Mesa que el PP ha cedido a IU no es un regalo desinteresado, ni algo pactado entre los tres, sino la prueba del algodón de la renovada pinza PP-IU. Aquí no hay equidistancia sino un matrimonio contra natura que les pasará factura a los dos.