El patriotismo, la solidaridad y la repugnancia son, entre todos los que podemos tener hoy como españoles, los tres sentimientos que más nos unen en estos momentos a los militantes, simpatizantes y votantes del PP y a los militantes, simpatizantes y votantes del PSOE, que somos la inmensa mayoría de los españoles. Es más, los militantes, simpatizantes y votantes de ambos partidos podríamos formar conjuntamente una corriente de protesta en España que se podría llamar PPSOE, en la que nos integraríamos todos los socialistas y los populares patriotas, solidarios y honestos, que somos la inmensa mayoría de ambas corrientes, para terminar con la corrupción y el mal gobierno de ambos partidos y de tantas instituciones regidas por unos y por otros. Es más, si quisiéramos unos y otros, podríamos acabar con ese cáncer en un abrir y cerrar de ojos.

El PSOE sangra por las eridas de los ERES de Andalucía y el PP por las barcenadas de sus extesoreros y gurtelanos, de manera que ambas militancias estamos aquejadas de llagas parecidas y padecemos idéntico sonrojo. Eso nos une. Los honrados de un lado y otro no soportamos más que nuestros dirigentes, en lugar de poner fin a este latrocinio generalizado de manera conjunta, se dediquen a tapar las vergüenzas propias y, en cambio, a acusar de las suyas al adversario. Por mi parte, me siento infinitamente más cerca de los honrados y avergonzados militantes del PP que de los cargos del PSOE que han robado, se han corrompido y han tapado y tapan tales desmanes.

Ha llegado el momento de que todos hagamos lo que tenemos que hacer. Es más, si fuésemos consecuentes con nuestra dignidad y con nuestra indignación, el escrache que se está extendiendo como una mancha de aceite por España con toda la razón del mundo, deberíamos intensificarlo los militantes del PSOE y del PP, pero de una manera singular que haría que las cosas cambiaran radicalmente: Manifestándonos los primeros ante las sedes del PSOE y los segundos, ante las sedes del PP, es decir, reprobando cada militancia a sus propios líderes y gobernantes ante las sedes del propio partido. Estoy convencido de que esto sería utilísimo, porque, además, ya no podría decir ningún dirigente que le acosa "el enemigo". Los de casa somos los primeros que tenemos que acosar a nuestros propios líderes corruptos e insolidarios. Creo que sería mano de santo.