Cuando se va teniendo una edad la política se ve y se entiende desde otra perspectiva. Más allá de ideologías, programas y partidos, importan las personas. Me importan sus miradas, sus gestos, cómo estrechan la mano, su conversación, si tienen y cómo lo administran el sentido del humor, si transmiten confianza, normalidad, coherencia, cercanía y humildad. Si sobreviven a la distancia corta. Y, por supuesto, si son o no buenas personas. Está claro que no se puede aspirar a esta cercanía y a este grado de conocimiento con toda la clase política y tampoco está al alcance de todos los ciudadanos. Si así fuera, más de algún votante se llevaría sacos de desilusiones porque algunos políticos no sólo no están a la altura sino que perjudican seriamente las aspiraciones de las formaciones a las que representan.

No es el caso del líder de Izquierda Unida en Extremadura, Pedro Escobar . Lo conozco desde hace más de quince años y hay una cosa que siempre he destacado de él: es buena gente. Uno puede estar o no de acuerdo con sus ideas --algunas de ellas me parecen de otro planeta o del siglo pasado--, con su estrategia --a la vista de los resultados en las últimas dos citas electorales, se puede decir que progresa adecuadamente-- o con su liderazgo --heredero, a mi entender, de aquellos líderes históricos (Ricardo Sosa y Manuel Cañada ) que, junto con Anguita , defendían discursos llenos de pragmatismo y decencia-- pero si es buena persona hay que darle un voto de confianza aunque dicho voto no siempre llegue a la urna. Nos faltan políticos que miren a la cara y nos sobran aquellos que sólo viven de espaldas a la realidad y se alimentan de conspiraciones. Faltan políticos de los que te puedas fiar y sobran aquellos con los que jamás irías a tomarte unas cañas.

La abstención que permitió en Extremadura por primera vez en su historia un gobierno del PP o la enmienda a la totalidad de los presupuestos ahora pueden parecer un sainete pero los trasnochados mensajes de su líder nacional, las extrañas compañías con las que se mueve y las intolerables presiones, junto con la surrealista caza de brujas de la ortodoxia extremeña, pueden devolver a la formación al reciente ostracismo que algunos echan de menos o a ser devorados, unas vez más, por un socialismo cabizbajo que acabará por retomar el vuelo.

En medio, un Pedro Escobar que esperemos no acabe por arrojar la toalla a los pies de quienes sólo saben hacer ruido y perder votos.